Capitulo 1 |
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I. Berlín Finales de Abril de 1945
El 20 de abril, el mismo día de su cumpleaños número cincuenta y seis el Führer inspeccionó por última vez a un batallón de soldados alemanes: muy jóvenes, casi niños, de las brigadas de la Juventud Hitleriana y muy viejos de los Volkssturms. La filmación, mostrando un líder cansado, pero con la esperanza de algún milagro, vestido con una túnica larga de cuero negro con el cuello levantado, que saludaba, charlaba y se conectaba con los sonrientes soldados durante la revista, fue la última prueba fílmica en que este personaje aparece en vida.
En el mismo día, Zukov, comandando el Primer Frente Bielorruso y Koniev comandando el Primero Ucraniano rompieron el último anillo de defensa de la capital y más de 500.000 soldados rusos y dos ejércitos de tanques entraron en el centro de la ciudad.
El 22 de abril del 1945, a veinte metros debajo de la tierra, en su bunker privado, Hitler comandó su última batalla. Diseñó un plan de batalla para la Operación Steiner. El ataque, este ataque, en la mente de Hitler, cambiaría la suerte de la guerra. Cada hombre y cada soldado listo para portar un arma, debía de participar. Cada avión del Luftwaffe debía despegar. Un general de la SS, Obergruppenführer (Teniente General), Félix Steiner comandaría la operación.
En papel, Steiner debía atacar desde el Eberswalde, en una zona que estaba entre el Tercer Ejército Panzer de Von Manteuffel y el Noveno Ejército de Busse, para destrozar la cabeza de lanza Soviética de los ejércitos de Zukov. Steiner no tenia comunicación con ninguna unidad militar, ni tropas listas, ni armamento, ni tenía nada. Con las pocas tropas que reunió, no podía parar todo el poderío de los Ejércitos Rusos, tres frentes de batallas, mas de dos millones de soldados, diez mil cañones y unos mil quinientos tanques. La suerte de la ciudad estaba hecha. Ningún poder interior o exterior lo podía cambiar. Era solo cuestión de tiempo y de cuantos muertos más.
La retirada alemana del Norte de la ciudad, que resistían a la gran presión soviética, para ensamblar la línea de ataque de Steiner, hizo más bien que los tanques rusos, ahora sin adversarios, corrieran libres por las calles céntricas de Berlín. Solo el preciso tiro de los cañones de 88MM de las inmensas torres de cemento armado del Zoológico, los mantenía a la distancia de la Cancillería. Las partes militares alemanas de la ciudad eran compuestas por tropas dispersas del Werhmacht, KriegsMarine, Luftwaffe, dos divisiones de la Waffen SS, Policía Militar, Policía Civil, GESTAPO, Volkssturn y varios Batallones de la HitlerJungen, que estaban armados con pistolas automáticas, fusiles, lanzas granadas Panzerfaust, morteros ligeros y ametralladoras. Doce Panzer de diferentes tipos, en condiciones de operación, completaban esta lamentable agrupación. Más de diez mil soldados aliados, rusos, ucranianos, húngaros y noruegos luchan al lado de sus hermanos alemanes. Los noruegos estaban organizados en la única división SS que no era alemana, la Waffen SS Norland.
Cien mil soldados alemanes estaban presionados al norte por el Tercer Ejercito de Choque y al sur por el Octavo Ejercito de Guardias rusos. En Charlottemburg estaban las tropas del Primer Frente Ucraniano comandado por el Mariscal Iván Konev. El campo de concertación de Ravensbruk, en el norte de Berlín fue liberado por los valientes soldados del Secundo Frente Beroluruso, comandados por el Mariscal Konstantin Rokososvky. Solo en los tres anillos de tropas alrededor de Berlín estaban luchando más de un millón de soldados soviéticos. Esta cifra estaba en continuo aumento, cada día, por la llegada de nuevas tropas que ganaban terreno a la resistencia alemana, que a la hora del colapso definitivo, buscaban refugio en entregarse a los Occidentales. Los americanos y los ingleses, notando en el mes de abril las intenciones rusas de conquistar más territorio alemán, avanzaron de inmediato hasta Hamburgo y las cercanías de Kiel, ayudados más bien por los alemanes, que luchando contra ellos.
¡El ataque de la Operación Steiner no ocurrió! No pasó ni la línea de fuego. Terminó en la tarde del día 30 del mismo mes.
El único y ultimo aporte de Goebbels a la Batalla de Berlín fue mandar a dos grupos de viejos obreros del Ministerio del Propaganda a pintar las paredes de la ciudad con el slogan: Berlin bleibt deutsch (Berlín queda alemán). Pero esta no era más que un chiste dentro del avance sin parrada de las cabezas de lanzas de los frentes rusos de Zukov y Koniev.
Un corresponsal del periódico soviético Estrella Roja, describió la ciudad: “El 25 la capital Alemana está totalmente acordonada y cortada del resto del país. Durante las sangrientas batallas callejeras, Berlín estaba sin agua, sin luz eléctrica, sin aeropuertos y sin estaciones de radio. La ciudad cesó de parecerse a Berlín”.
Cuando el sol se levantó el 29 de abril de 1945, los rusos estaban a solo ciento cincuenta metros de la Cancillería del Reich. Los alemanes tenían en este momento, bajo su control sólo una franja de 4.5 kilómetros de ancho y de unos 4.8 kilómetros de largo, de Este a Oeste de la ciudad. Resistiendo ferozmente en pequeñas zonas aisladas, solo debido a las ejecuciones de los destacamentos de la SS, que fusilaban a los que tenían la más mínima idea en rendirse. Más de 4.500 soldados fueron ejecutados por esta presunta cobardía.
La combinación rusa de valentía bajo fuego, artillerías de campo de 60 MM, cohetes Katiuska, fuego automáticas y granadas de mano, conquisto la ciudad calle por calle, edificio por edificio, casa por casa y cuarto por cuarto.
Después de feroces luchas, el XII-MO Ejercito Alemán, comandado por el General Wenk, fue rechazado por fuerzas superiores Rusas, y toda la esperanza de que el circulo ruso alrededor de la capital podrá ser roto, se esfumaron.
El General Weidling, que el 25 de abril fue nombrado por el mismo Hitler Comandante General de Berlín, estaba considerando un plan de escape alterno, por si el Cuartel General del Führer no quería aprobar el Plan General. Cuando fue nombrado, ya sabía que la ciudad estaba virtualmente rodeada. El circulo alrededor de la ciudad estaba compuesto por ochos Ejércitos Soviéticos.
En el mismo día, Hitler ordenó al Wehrmacht reestablecer el contacto con la ciudad, atacando desde el Noroeste, Suroeste y Sur, para llevar la batalla de Berlín a “una victoria conclusiva”. Las únicas tropas de Weidling que tendrán en el futuro, eran muy débiles para resistir más tiempo a la presión del fuego ruso. Los restos del Cuerpo Panzer # 56 con menos de unas docenas de tanques operativas y varias Panzerfaust defendían la Cancillería y eran los únicos que podían ser considerados una punta de lanza de cualquier ataque previo a una salida de la ciudad. Como el bunker de Hitler estaba en el subsuelo del edificio, la retirada de este cuerpo lo dejaría virtualmente sin ninguna otra defensa. La organización de una punta de lanza y la ulterior salida de la ciudad, era, sin esta unidad y sus pocos Panzer-s, una hipótesis que no podía materializarse.
Sin embargo la moral de las tropas se elevó, cuando oyeron del plan de salida de Berlín. Weidling estaba presionando a Krebs, para que Hitler tomara una decisión al respecto. La respuesta de Krebs, fue que Hitler estaba rehusando totalmente a la idea de salir de la capital. Esta noticia llegó como un balde de agua fría al Ministerio de la Defensa Alemana, en la Bendlerstrasse, que era ahora la sede de la Guarnición Berlín.
Durante estos días, más de noventa cañones rusos de campo, howitzers de 155 y 205 MM, cohetes y bazucas estaban disparando diario hacia el Reichstag. Los rusos sabían de sus propias experiencias que una ciudad en ruinas es muy fácil de defender, inclusive por jóvenes y ancianos. Cuando se completo el total aislamiento de la capital alemana por las tropas rusas y estaba seguro que lo americanos no iban a intervenir, Stalin, mas tranquilo dejo la iniciativa táctica a sus comandantes de campo. A todos los oficiales rusos se les entrego pistolas y armas automáticas nuevas.
El 26 de abril, considerando todas las penurias de las defensas de Berlín, el General Weidling tenía aun un plan valido y actualizado para sacar al Führer de la ciudad. Hitler lo rechazó. Todas las esperanzas estaban perdidas.
El único punto de resistencia alemana que tenían a los rusos al respeto, era los feroces defensores SS, los cañones antiaéreos, los formidables 88MM y los flacks de la inmensa plataforma de cemento del Zoológico de Berlín, sobre la casa de los hipopótamos (de los cuales uno sobrevivió), a unos dos mil metros al norte del bunker. Su radio de acción cubría casi la totalidad del territorio todavía defendido por los alemanes. Allá, más de cincuenta cañones de los temibles 88 milímetros, dirigidos vía radar, radio y una red de observadores apostados en los edificios adyacentes, entregaban un fuego tan preciso y mortífero, que solo la rendición de la ciudad lo van a silenciar. En el oeste, el puente sobre el rió Harel y el puente de Spandaw, a dos mil trescientos metros del bunker estaban junto con las calles Heerstrasse y Pichelsdorf en sólidas manos de los fanáticos de las Juventud Hitleriana.
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Calle Gardenstrasse. Posición avanzada del 79 Regimiento de Guardias. III Ejército de Choque Bandera Roja. Batallón Neustroev. Una patrulla Rusa de noche trae a una alemana, en uniforme de campaña, ligeramente herida. Esta encerrada en un cuarto, después que es atendida por el enfermero del pelotón ruso, es violada por el soldado de guardia. Nadie habla alemán y la orden es que los prisioneros capturados en los alrededores del edificio de la Cancillería deben ser interrogados de inmediato. Se pasa la información a la división.
Al tiempo llegó una interprete de un destacamento de la policía militar, algo conocido por muy pocos y temido por mucho, la Unidad SMERSH. La intérprete rusa Rzeykaya interrogo a la prisionera: es una enfermera que trabajaba de día en la Krankenstube (enfermería de campaña) de la Cancillería. De noche intentaba pasar las líneas rusas para visitar a su madre. Es inofensiva. “Donde esta Hitler”, lo pregunta Rzeykaya. “En el bunker de abajo”, le responde la enfermera. La información fue pasada de inmediato al comandante de la división, general V.M. Shatilov, que exaltado por la noticia, anuncia de una manera confusa a sus jefes en Moscú que esta casi tomando por asalto el edificio emblema del Tercer Imperio Alemán, la Cancillería, y que podía capturar a Hitler vivo.
El edificio del Reichstag 13 de Mayo, 1945
II. Era un milagro que el teléfono de campaña funcionara. La llamada salió de la central telefónica, desde el bunker de Hitler, vía al Ministerio de la Defensa, a una posición adelantada de la defensa alemana, en la Tiergartenstrasse con el Canal Landwebr. Allá, un sargento respondió y se identificó cómo el Unteroffizier Hoffman. Del otro lado de la línea estaba, ni más ni menos, que el ayudante personal del Führer, el temible Martín Bormann. Quería saber donde estaba el Teniente Balder, un médico que fue despachado en este sector del frente. Hoffman le respondió que el Teniente Balder, estaba atendiendo unos heridos alemanes del último ataque ruso. La orden de Bormann, bastante fuerte, fue que el médico debía regresar de inmediato al bunker del Führer. La línea telefónica se cortó en el mismo momento. Hoffman se quedó varios segundos más con el receptor en la oreja, cómo para protegerse del baraje de artillería rusa que acababa de empezar. Cerró el Telefunken, agarro su casco, su fusil y se fue a buscar al Teniente Balder.
Johhan Balder se graduó en la Escuela Superior de Medicina Militar, en junio de 1939. Era de altura mediana, rubio, con ojos claros, una cara amable y siempre sonriente, hijo de un comerciante y de una maestra. Nació en la capital en 1914, exactamente al principio de la Primera Guerra Mundial. Hizo una especialidad en la Universidad de Berlín, en bioanálisis de la sangre y trabajó algún tiempo con el Doctor - Capitán Joseph Mengele, en el Instituto Káiser Wilhelm en Berlín. Era el médico que atendía a veces a Hitler, cuando se necesitaba tomar alguna muestra de sangre para su análisis.
Los obuses, de los más de mil cañones rusos, que estaban posicionados alrededor de Berlín, estaban explotando en todas partes. Grandes y pequeños pedazos de tierra, piedras del pavimento, ladrillos de los edificios y esquirlas metálicas, eran levantados por las explosiones y volaban por el aire, matando a todo ser vivo. Su efecto mortífero en los soldados y civiles de ambos bandos era mayor que las mismas explosiones.
Cuando el sargento Hoffman llegó a la línea de fuego, Balder atendía a un joven soldado, de no más de 15 años, miembro de la Hitlerjugen herido en el pecho. La bala entró cerca de donde el soldado tenia una Cruz de Hierro, ganada por destrozar tres tanques rusos. La vida del soldado no tenía futuro, pero el médico lo atendió por otros minutos, hasta que un auxiliar llegó para apoyarlo. “Bormann llamó del bunker del Führer, para que se presentara de inmediato allá, Mi Teniente”; dijo Hoffman con su mirada en el joven soldado herido de muerte. Su mente corría atrás, en una pequeña aldea de Cologne, donde estaba su familia, y su hijo, de casi la misma edad.
Molesto por la muerte que rodeaba al joven soldado, que no pudo salvar, Balder, se levantó, limpió su frente de sudor y polvo, cerró su caja médica, con la cruz roja pintada sobre la tapa, levantó su pistola automática, agarró su casco metálico y se fue sin decir nada.
En línea recta desde su posición hasta el bunker, no eran más de mil metros. Debía seguir por la misma avenida, casi paralela al canal, hasta la Herman-Gorring Strasse, seguir por la Voss Strasse y doblar a la izquierda, hacia el edificio de cemento gris, en cuyo sótano estaba el famoso bunker de Hitler. Las llamas de los edificios en fuego, el peligro de las paredes que se desplomaban por los impactos casi directos de la artillería rusa posicionada al otro lado del canal, agregaban tanta peligrosidad a esta travesía, como estar en la misma línea de fuego. Saltando de puerta en puerta, observando los intervalos en los disparos de la artillería y de los morteros, intentando protegerse del fuego de las ametralladoras y del srapnel, llegó a la entrada del edificio, casi una hora más tarde. Los guardias de la SS de la planta baja lo conocían y la orden de Bormann le fue comunicada para dejarlo pasar, en el momento que llegara. Dejó su pistola automática y su pistola Luger con los guardias de la SS. Bajó rápidamente varios niveles de escaleras, hasta el nivel donde estaba el Cuartel General del Führer.
El bunker olía mal, si se podía hacer una comparación con el aire de afuera saturado del humo de las explosiones y bajo en oxigeno por los incendios de y el aire de adentro. Un ruido de fondo continuo era producido por los motores de los ventiladores y de los extractores, del mal diseñado sistema de aire acondicionado que funcionaba a ratos.
En la antecámara, con su cara desagradable de siempre, estaba Martín Bormann. “Espere”, le dijo al Teniente, reconociéndolo e indicándole una silla de color verde. Fue la primera vez en el día que Balder se sentía fuera del peligro de la primera línea, sin los sentidos atentos al fuego enemigo y descansando. El cansancio lo agotó en el mismo momento.
Después de minutos, la puerta capitoneada de cuero marrón de la oficina se abrió y Hitler, el Dr. Goebbels, el General Weidling, Krebs y otras personas salieron. Sin saberlo en este preciso instante, Balder presencio el good by de Hitler a sus colaboradores.
Balder se puso de pie y saludó. El saludo del ejército, no el de la SS. La apariencia del líder de Alemania, estaba peor que la última vez que el médico lo visitó: sus manos estaban atribuladas, su cara más pálida que nunca, sus muslos faciales sin reacciones, su mirada perdida. Sin apariencia letárgica, su estado general era pésimo. Cuando el grupo se dirigía en la dirección de las oficinas de Goebbels, Martín Bormann, se acercó a Balder, todavía en posición de atención.
“Necesito que tome 3 muestras de sangre y piel del Führer para diversos análisis. En cada una de estas tres cajas, vas a poner en un frasco la sangre, y en el otro la piel y el pelo. Son para unos exámenes especiales. Quiero que trabaje rápido y profesionalmente. En este frasco de vidrio vas a poner una muestra de cabello. Después quiero que me tome a mí también una muestra de sangre”, le dijo en voz baja, en un tono amigable y conspirador, empujándolo por la espalda hacia su oficina. “No quiero que el Dr. Ludwig Stumpfegger (el médico personal de Hitler) y el Dr. Theodor Morell (el médico de los Goebbels) sepan de esto. Es una operación secreta. El Führer ha dado su aprobación. Solo tú y yo sabemos de esto. ¿Puedes mantener este secreto? “Si…, seguro”, respondió Balder, su cerebro empezando analizar las consecuencias de esta acción que significaba que solo ellos dos sabían de esto. Que Hitler estaría muerto en un corto tiempo. Que el secreto es mejor guardado solo por un muerto. Y que el, Balder, también corría ahorra peligro.
Los dos ingresaron a su oficina privada y Bormann le mostró los cilindros y los vidrios. Tres frascos de vidrio, que encajaban en cilindros de acero inoxidable, del tamaño de una granada de mano alemana, con una apariencia bien especial estaban sobre el escritorio de Bormann. Eran bien elaborados, para resistir el agua y el fuego, con finas roscas, gomas sellantes y terminaciones bien pulidas. Se veía que fue un trabajo de un especialista y profesional. La doble pared del cilindro principal era, pensaba Balder, para conservar el contenido a bajas temperaturas, con la ayuda de un líquido criogénico.
Bormann se quedo atrás y Balder se llevo en una caja los frascos de vidrio y se dirigió hacia la oficina del Führer. Se quedo esperando en la antecámara de Hitler. Media hora había transcurrido y Balder casi se dormía en la silla, en la tranquilidad relativa del bunker y fuera del ruido espantoso de las barricadas. Cuando el Führer tocó el timbre, la secretaria privada de Hitler, Junge, lo invitó a pasar al cuarto privado del Führer.
Saludó. Pidió permiso para lavarse las manos en el baño privado del líder. Allí dejó la túnica del uniforme, sucia y llena de polvo. Se puso los guantes quirúrgicos y sin mediar palabra, empezó a trabajar. Hitler estaba sentado en un sillón con brazos capitoneados con piel verde, contra los cuales tenia sus brazos, ya con las mangas de su camisa blanca levantadas. Mirando el mapa de Alemania, hablando casi solo”yo se que podemos ganar, yo se que podemos ganarles a estos malditos bolcheviques…” El médico buscó una vena, de donde podía sacar la sangre, en la parte blanda de la articulación del brazo izquierdo. Ubicada la vena, en el antebrazo, le colocó una liga de goma para cerrar la circulación. La piel del Führer estaba de una apariencia amarillenta, cómo de un enfermo. Un juego de jeringas de vidrio de 10 cm3 estaba al lado, preparadas y esterilizadas.
Pinchó y de inmediato, al movimiento del pistón, bajo la fuerza del vacío, el cilindro se llenó de sangre muy oscura. Para llenar los tres frascos, repitió la operación dos veces. Cada vez Hitler respiraba mas profundo, absorbido por el dolor de la aguja. Los frascos tenían dentro una sustancia anticoagulante. De inmediato puso los frascos en un envase metálico mas grande, que debía ser llenado con nitrógeno liquido, para su conservación, a través del frió, exactamente como hacían en el Instituto Káiser William.
De tres, dos espacios estaban reservados para los cilindros de vidrio con la sangre, con la piel y pelo.
Cada gran cilindro ya tenia dentro un frasco de vidrio redondo, de una capacidad de 3-4 cm3, como los usados en las tomas de semen. Estos estaban llenos con una materia blanca gelatinosa, ya bajo el efecto del frió criogénico.
Cuándo cerró la tapa del tercer cilindro-termos criogénico, con todos los frascos adentro, estos fueron recogidos de inmediato por un asistente quien salió silencioso hacia la oficina de Bormann. Balder puso un pequeño vendaje, alrededor de la vena de donde sacó la sangre, y otro alrededor del pie, de donde sacó las muestras de piel. Hitler estaba todavía en el sillón, bajo el efecto del sedante que el médico le administró previamente.
Terminado el trabajo, Balder se retiró del cuarto. Se fue a la oficina privada de Bormann, al final del pasillo. Allá repitió la rutina y le tomó las muestras de sangre al Comandante Bormann, en un frasco idéntico cómo los de Hitler. Una sola diferencia estaba en el marcaje de los cilindros. Los de Bormann estaban marcados con una “B” pequeña en la tapa. Los de Hitler, con una “H”. Terminó el trabajo profesional en silencio. Bormann le dio las gracias y le murmuró algo que sonaba cómo que iba a tenerlo en cuenta a la hora final. Últimamente, la hora final, y en general la palabra final tenia un macabro sentido. Balder saludó y salió. Fuera de la oficina, a la salida, la secretaria le dio una botella de Coñac y una caja con salchichas y jamón.
Un centinela del SS, con las insignias de la División Das Reich, lo esperaba y le regresó su arma automática y su pistola Luger. Lo condujo hacia un pasillo que empezaba en el sótano de la Cancillería, veinte metros debajo del nivel de la calle, hasta la planta baja del edificio superior. Al final, las escaleras angostas terminaban en un cuarto cuyas altas ventanas daban a la Herman-Goerring Strasse. Todo estaba destrozado en este nivel por el fuego de ametralladora, de los cañones y de las explosiones. Bajo los escombros, la elegante decoración del pasado era vagamente recordada.
“Puede regresar a su puesto Teniente”, le dijo el centinela de la SS. Balder dejó la botella y la caja en el marco de la ventana y saltó a la calle. Miró a su alrededor, arregló su uniforme, la pistola automática, y levantó las manos para buscar la botella de Coñac y la caja con el jamón. En el mismo momento el guardia de la SS, tenía su pistola automática apuntando hacia él. Sin mediar palabra, disparó una ráfaga, cuyo ruido se confundió perfectamente, con el fondo sonoro continuo de la artillería y de las ametralladoras rusas del otro lado del Canal Landwebr.
III.
Martín Bormann estaba satisfecho. Tenía en sus manos los tres contenedores de acero inoxidable, cuyas muestras de sangre, piel, cabello y semen estaban marcadas con la letra H. Tres muestras de Hitler y una muestra de él. Tenía solo tres cajas refrigeradoras. Un problema; así que eliminó un juego de muestras de Hitler y lo sustituyó con el suyo.
Tenia una idea de cómo las muestras serán empleadas, de su significado, importancia y trascendencia. Semanas antes de su desaparición del Complejo Auschwitz-Birkenau, habló por teléfono con Mengele, y este le explicó y le sugirió que se podía hacer con las muestras, en un futuro no distante. Tenían la tecnología y los medios. Era como una póliza de seguro de la continuidad del régimen nazi.
…Por el otro lado, Mengele conocía a Dr. Hans Spemann y sus trabajos de teoría genética, porque fue su profesor en el Instituto de Medicina de Berlín. Desde que en 1938 Spemann lanzó al mundo científico sus trabajos y adelantó la posibilidad real de la clonación en animales, Mengele fue fascinado por la idea. Todo que Spemann decía era que se debería fusionar un embrión con una célula de un huevo. La posibilidad de clonación estaba allá, solo que se debía tener las herramientas y los experimentos. Para el joven Mengele, la guerra y los campos de concentración serán sus laboratorios. Fue determinante entrar en la SS, porque ellos controlaban toda la red de los campos de exterminio y concentración, donde podía llevar adelante su ciencia…
Bormann puso cada juego en unas cajas metálicas. Desde otro cilindro metálico, que se parecía a un extinguidor, con unos guantes especiales de cuero pesado, llenó los envases con nitrógeno líquido, el agente criogénico que debía guardar la frescura de las muestras genéticas. Seguía las instrucciones del Dr. Mengele. Terminada la operación, los encerró, con una tapa hermética y con un candado que tenía una combinación numérica. Solo el y Mengele sabían la combinación. Una vez que tuvo las cajas llenas y cerradas sobre el escritorio, se puso a escribir tres cartas.
Una estaba dirigida a un Comandante de un submarino. La carta, junto con una de las cajas metálicas, será transportada en una valija oficial, por un motorizado del Estado Mayor OKW a Kiel.
La segunda, fue enviada a un piloto en el aeropuerto de Tempelhof. El destino de la segunda caja, era el mismo puerto de Kiel, donde el UB-293 fue retrasado a salir, por orden expresa de Bormann, hasta recibir el material. Era solo una precaución en el caso que el motorizado o el avión no llegaran a en tiempo a su destino en Kiel.
La tercera estaba dirigida a un Capitán, con unas instrucciones especificas. Era miembro de la Brigada SS Mohnke, que a las 9.30 PM, se estaban ensamblando en la estación del metro de Friedrichstrasse. Intentaban salir de la ciudad, vía los túneles del metro, en dirección Norte a Wanasse, el punto más débil del anillo ruso, para escapar hacia el norte, hacia Hamburgo. Todos vestidos con el uniforme regular del Werhmacht, sin insignias ni grados, como soldados rasos. Era la ruta más segura para salir de la asediada capital y llegar a rendirse a los americanos. Tendrán más chances de sobrevivir al tratamiento que recibían de los americanos, que de los campos de prisioneros rusos.
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Los ayudantes de Hitler, Julius Schaub y el Mayor Otto Gunsche le entregaron un documento, escrito en grandes letras, para que el Führer lo pudiera leer sin anteojos. Era el reporte de la suerte de Mussolini y Clara Petacci. Leído, Hitler tomó una final decisión y selló su destino. Les dio instrucciones detalladas de que debían hacer con su cuerpo, después del suicidio.
La situación sin salida y esperanzas de Berlín fue confirmada en la misma noche, cuando el General Wilhelm Keitel, OKW, le informó que ninguna agrupación militar alemana de afuera podía penetrar los anillos rusos. No solo que no había tropas frescas, pero en el ritmo actual de las luchas, quedaban municiones solo para dos días. La resistencia colapsará por falta de municiones. Por ironía, la única agrupación militar que operaba en orden era una formada por extranjeros de Noruega, la División Waffen SS Norland.
El General Weidling, en su Cuartel General de Bendlerblock, recibió un sobre decorado con sello dorado de Hitler y la svástica en negro. Le informaba que podía emprender cualquier acción para salvar a los remanentes tropas bajo sus órdenes y unirse a las otras formaciones alemanas que todavía estaban operativas afuera de Berlín. Seguir luchando hasta la victoria final. Todo esto llegó muy tarde, ya no había salida de Berlín. Pero un intento debía ser hecho. Dio las órdenes necesarias para que las tropas que lo podían hacer, tuviesen permiso de salir de Berlín y hacer contacto con otras agrupaciones militares alemanas o con los americanos. Fueron enviadas con courriers a cada comandante de batallón y de división. Los courriers tenían órdenes de quedarse con la agrupación y no regresar al Comando. Weidling tomó la decisión de quedarse y su Estado Mayor confirmó que se quedarían junto a su comandante, tomando en cuenta la dificultad del cautiverio ruso.
IV. Misión Especial a Kiel
Serge Rulke pasó toda la guerra cómo miembro del parque de furrier motorizados del Estado Mayor. En su juventud fue campeón de MotoCross de su ciudad natal, Lintz. En estos últimos días, estaba más bien alegre que triste. El final de la guerra estaba cerca y con un poco de suerte, podía sobrevivir. La ciudad sufría de graves penurias, faltaba energía, comida y agua, pero trabajando tan cerca de la comandancia suprema del Wehrmacht, la vida era más fácil: había pan, mermelada, mantequilla, salchichas y café. Hace cuatro años fue conscripto con el grado de soldado. Ahora era Sargento Rulke.
Sobrevivió a la guerra. Estaba aterrorizado de caer prisionero en las manos de los rusos. Pensaba que algún milagro lo podría sacar de Berlín. Y el milagro llegó, cuando su jefe, el Capitán Herman Minke lo envió a la oficina de Bormann. Entró, saludó, quedándose firme.
Allí Bormann le entregó una pequeña, pero pesada caja de madera envuelta en una tela impermeable y sellada con cera roja. Una orden escrita por él y contrafirmada por el Comandante de la ciudad, con un gran sello negro, lo enviaba, de una manera expresa, urgente y con prioridad hacia Kiel. Le preguntó varias veces acerca de su ruta de escape y su chance de pasar inadvertido por las patrullas rusas.
No podía creer su suerte. Salir del infierno de la ciudad. Una tarea nada fácil. Pero sabía como. Le explicó su idea de una ruta de escape.
El resto del día trabajó para poner a punto su moto BMW. Chequeó los cauchos, el motor, puso aceite y gasolina, chequeó los frenos. Hizo que el tubo de escape hiciera el menor ruido posible. Puso el paquete de Bormann en la parrillera de la moto. Lo amarró con fuertes correas de cuero. Con pintura negra cubrió todas las partes niqueladas, que podrían reflejar la luz. Al final tenía solo una masa metálica negra. Chequeó su pistola, las cartucheras y su fusil automático. Suficientes municiones, dos granadas de fragmentación y dos granadas de humo. Un cuchillo y pocas herramientas. Pasó por la cantina y recogió varias raciones de pan negro, margarina, un termo con café negro y varias salchichas.
Tomó sus papeles y la orden de salida. Comió, bebió café negro y puso varios sándwiches más en su morral. Llenó la cantimplora con agua. Esperó la noche.
El único camino libre era hacia Wittemberge, cruzando el rió Spree. Se despidió de sus amigos y salió, feliz de su suerte. Dobló el bunker y subió la colina en la Tiergarten. Detrás del club de oficiales había un camino de tierra, que los oficiales usaban en los buenos días antes del asedio de la capital. Pasó los bosques y llegó por detrás de la Universidad. Pudo ver la Schlossrasse. Allá de nuevo dobló a la derecha, por otro angosto camino de tierra. Más bien le recordaba a los bosques Belgas de los Ardenes. Estaba en la cima y podía ver abajo, las unidades rusas de artillería y Katiuska disparando sobre el centro de la ciudad. Continuó sobre las colinas, en un pequeño camino. De noche era peligroso, podía chocar con algún árbol o caer. Estaba solo a cientos de metros del Estadio Olímpico, donde en 1936 Alemania mostró su grandeza y sus adelantos técnicos al mundo. Lo dejo a su mano izquierda y empezó a bajar hasta el canal, paso por los bosques de Hohenzollern, cruzo el rió Havel y bordeándolo, salió de la ciudad. Escogió un camino de tierra a la izquierda, hacia Neuruppin, pasando por Heiligense.
Allá cruzó las líneas alemanas. Era la zona de más débil contacto con los rusos. Tenía miedo de prender la luz camuflada de la moto. Así llegó hasta los bosques de Wittemberge. Allá se paró por varios minutos. Prendió una pequeña linterna y miró el mapa. A través del Elba, podía llegar hasta Hamburgo. Pero por allá estaban los americanos y los rusos. Mejor era seguir hacia el norte. Apagó la linterna, puso su mapa en la chaqueta y continúo su viaje nocturno. De repente oyó voces y ruidos mecánicos. Se paró de inmediato, hacia la derecha en la zanja del camino, pegado a la tierra. Era una patrulla rusa, con soldados montados sobre un jeep ruso, llamado Gas. El ruido de su conversación y del motor se escuchaba desde cientos de metros. Se quedó varios minutos más, antes de levantarse de la tierra. Por varios cientos de metros anduvo con la moto como una bicicleta, poniéndola en neutro.
En Schwerin, encontró la primera patrulla alemana. Se fumó un cigarro con ellos, les contó de los últimos eventos de Berlín, puso gasolina que sacó con una manguera de uno de los command-car (carros comandos) y siguió hasta Lubek. Un avión aliado intentó dispararle, pero de nuevo se quedó al lado del camino, entre unos árboles. Las balas pasaron a solo metros. Se sacudió la tierra, chequeó la carga y de nuevo al camino.
La ciudad estaba desolada. Encontró donde quedarse para poner gasolina y descansar varias horas. Un destacamento de Infantería Marina estaba acantonado en un hotel destrozado. Entró, mostró sus papeles al centinela, y se dirigió al oficial de guardia. Lo saludó, le mostró de nuevo sus órdenes. Le pidió gasolina y el oficial le indicó hacia atrás, donde de nuevo, con su manguera sacó gasolina del tanque de un camión del Ejercito. Colocó su moto de un lado del camión y sobre una lona descansó varias horas.
Cuando se despertó, al son de una distante batería de artillería, se comió un sándwich, bebió agua, se lavó la cara, se puso el casco y despegó hacia Kiel. Atravesó las alcabalas de Schwartau, Bad, Eutin, Rensburg y llegó a Kiel en la tarde. Con la novedad: un avión de reconocimiento Aliado lo quería ametrallar, pero él se paró y se escondió en las zanjas del camino. Las ráfagas del avión pasaron a solo metros del lugar. Se quedó otros minutos pegado a la tierra, hasta que el ruido del motor se perdió. Se levantó, se sacó la tierra, levantó la pesada moto, la prendió y siguió en su camino. El paisaje contrastaba con la destrucción y la desolación de Berlín. Aquí, los daños eran menores y el Ejército estaba en control. Estaba salvado. Sobrevivió. Casi 345 kilómetros en territorio bajo constantes ataques enemigos. Preguntando a un policía militar, se dirigió directo al edificio del Estado Mayor de Doenitz, mudado en la ciudad de Flensburg, cerca de la frontera con Dinamarca.
V. En el Bunker de Berlín 30 de Abril, en la tarde
A las 4.15 PM, exacto una hora después cuando se oyó el único disparo en el cuarto privado de Hitler, Martín Bormann hizo una llamada secreta. Se cree que conversó con Franz von Paulus quien por su lado informó a Stalin del suicidio de Führer. Para el pueblo, por dos días, la muerte de Hitler fue mantenida en secreto.
Martín festejó el evento con una botella de coñac. Artur Axmann el líder de la Juventud Hitleriana, que abandonó su comando de niños en el Puente Pichelsdorf, se quedó en el bunker, intentando de salir con Bormann. Arriba en los pisos de la planta baja, había una fiesta de los soldados alemanes que defendían la Cancillería. Casi todo el bunker estaba de fiesta, en una atmósfera más relajada, celebrando la última fiesta de sus días, antes que los rusos invadieran el edificio. Solo los Goebbels estaban traumatizados por la muerte del Hitler. Bormann llamó a la central telefónica del Bunker, donde lo atendió el soldado SS Rochus Misch. Le preguntó de la fiesta de los pisos de arriba. Quería saber qué tropas había allá y hablar con su comandante, para preparar su salida, y no parar la fiesta.
En este momento en el bunker estaban Bormann, el Teniente General Hans Krebs, JEM, el General Wilhelm Burgdorf, el ayudante en jefe, el VA Voss, dos secretarias, la familia Goebbels, Dr. Goebbels, Martha y sus 6 hijos menores y el Doctor Theodor Morell. En todo el complejo de la Vieja-Nueva Cancillería había unos quinientos o seiscientos sobrevivientes del entourage de Hitler.
Sin saberlo, la roja bandera rusa estaba ya estaba ondeando en el segundo piso del edificio, en el ala norte desde las 14.25 horas. Solo en la noche, pasadas 22.50 horas, la bandera será subida al techo, no después feroces y desesperadas luchas con sus defensores SS.
Bormann, ahora segundo en comando, envió un telegrama al Almirante Karl Doenitz, en la ciudad de Plon, nombrándolo como sucesor de Hitler, sin mencionar su muerte. Esta información la quería mantener bajo su manga, para poder acceder a un puesto importante en el nuevo gobierno post-Hitler de Doenitz. No tenía la autoridad de hacerlo, pero esto le pareció lo único que podía hacer, frente a la traición de Himmler. Fue Goebbels, a las 3:15PM, una hora antes de morir, junto a su esposa, en la misma terraza de la salida de emergencia del Fuehrerbunker, con dos balas despachada por un soldado SS, que mando el último comunicado radio que salio del bunker de Berlín:
GRAN ALMIRANTE DOENITZ ULTRA SECRETO
El Führer murió ayer a las 15:30 (3.30PM). El testamento de Abril 29 lo nombra como el Presidente del Reich…. (Sigue los nombres de los nominados al gabinete presidencial). Por orden del Führer el testamento fue enviado desde Berlín hacia su sede….Bormann intenta llegar hasta Usted en el día de hoy y de informarle la situación. La fecha y la forma de anunciar a la prensa y a las tropas quedan a su juicio. Confirme la recepción. Goebbels.
Por coincidencia Himmler estaba en la oficina de Doenitz y oyó la conversación. No fue arrestado. Doenitz tomó el mando de lo que quedaba del Tercer Reich. . . . . . . .
Cuando el fuego estaba todavía consumiendo el cuerpo de Hitler, el criminal, fundador y dictador del más cruel régimen conquistador de la historia, Goebbels, en su mente quería imitar el funeral Vikingo de su amo.
Cuando los cuerpos de Goebbels y Martha seguían el mismo ritual, quemándose con la poca gasolina que consiguió el Capitán SS Guenther Schwaegermann, su ayudante especial, varios cientos de empleados civiles, militares y políticos que vivían y trabajaban en el último enclave de Hitler, intentaban salir de la ciudad. Siguiendo al ultimo Panzer operacional, el plan era de seguir a pie las líneas del metro debajo de la estación Wilhelmplatz, opuesta a la Cancillería, hasta la Friedrichstrasse Bahnhof y de allí, cruzar el rió Spree y cortar las líneas rusas al norte. Muchos pasaron. Otros murieron en el intento. Axmann cuenta mas tarde que el Panzer recibió un impacto directo de artillería rusa y en la explosión vio a Bormann herido de muerte, en la encrucijada de la calle y de las líneas férreas, debajo del puente de Invaliddenstrasse; Kempka repitió la misma historia. Otros declararon que Bormann tomo cianuro. Su cuerpo fue buscado pero no fue recuperado. . . . . . . .
Los que quedaban en la ciudad y tenían un último remanente de sentido común, buscaban una manera de terminar la carnicería, que representaba la Batalla de Berlín. Se estableció contacto con los rusos. Ellos, bajo la presión de Stalin, querían terminar todo el Primero de Mayo, en celebración del Día Mundial de los Trabajadores. Forzaron todo para conquistar la ciudad este día. Por este capricho de Stalin murieron más de cien mil soldados soviéticos.
El General Krebs, Jefe del Estado Mayor, que hablaba ruso, fue enviado a conversar con el General Ruso Chuikov, Comandante del Octavo Ejército de Tanques de la Guardia. El Primero de Mayo, se encontraron en Schulenbergring, cerca del Aeropuerto Tempelhof, a las 04.00 AM. Encargado de negociar un armisticio, no pudo sacar de los rusos, más que una capitulación incondicional. Krebs regresó al bunker, reportó su misión y se suicidó. Su cuerpo y del General Burgdorf serán recogidos días más tarde por una unidad SMERSH, en el subterráneo de la Nueva Cancillería.
Chuikov, exasperado por la lentitud de las negociaciones con los alemanes, ordeno un nuevo baraje de artillería. El Primero de Mayo, a las 03.50 horas, fue informado de la muerte de Hitler y de la sumar cremación de su cuerpo en el jardín superior del Reichstag. La siguiente negociación fue del General Weidling, que redacto una orden para que los defensores de Berlín se rindieran. El 2 de Mayo, pasó las líneas que dividían los dos ejércitos y entregó la Guarnición Berlín, con todavía 70.000 soldados en las líneas de fuego.
Solo a las 15.00 horas los cañones soviéticos dejaron de disparar y se silenciaron. Los últimos defensores del Reichstag, que se estaban escondiendo en sus subterráneos y de la Kroll Opera, empezaron de rendirse. La batalla de Berlín estaba terminada. Todo estaba en ruinas. Weidling y todo su Estado Mayor, fueron hechos prisioneros. Unos pasaron cinco, otros diez y hasta 15 años de cautiverio duro en los Gulags soviéticos. Los oficiales superiores fueron enviados en avión y después de duros y maratónicos interrogatorios, encarcelados en una prisión militar-campo de prisioneros a sesenta kilómetros norte de Moscú.
Los rusos pagaron muy, muy caro la conquista de la Ciudad Capital del Tercer Reich: con la vida de más de 500.000 soldados y unos mil quinientos tanques. La Batalla de Berlín fue la más grande de la Segunda Guerra Mundial.
Los americanos llegaron a Berlín, el Primero de Julio de 1945. Los británicos, al siguiente día. . . . . . . .
Bormann y varios, entre cuales el general–director de la GESTAPO, escaparían a través de un túnel del metro de Berlín, vestidos de simples soldados del Wehrmacht, hacia las tropas americanas. Nunca más se supo de su paradero.
VI. Londres, 2 de Mayo de 1945El primer Ministro Churchill, en una conferencia confidencial en el parlamento, informó que la terminación de las hostilidades en Europa puede ser anunciada en cualquier momento:”No tengo un anuncio especial para hacer acerca de la posición bélica en Europa, excepto que es definitivamente más satisfactoria hoy que en la misma fecha, hace cinco años”.
ParisEl Tercero y el Séptimo Ejército Americano, bajo el mando del General George Patton estaban a solo 30 kilómetros de Linz y a 64 kilómetros de las tropas Rusas al Oeste de Viena. Avanzaron sin resistencia al corazón de la Alemania Nazi. Estaban a unos 150 kilómetros de las tropas Aliadas en Italia. El tercer Ejército tomó control de la zona de Braunan, el lugar de nacimiento de Adolfo Hitler, en el rió Inn. Los rusos ya ocuparon Linz, pero enfrentan feroz resistencia de las tropas SS, en los pases montañosos de los Alpes.
RomaEl General fascista Rodolfo Graciano, anunció anoche la rendición incondicional de Ejército Lugurian. El Teniente Gral. Pemsel, jefe alemán del Estado Mayor del ejército Luguria, confirmó el anuncio hecho por su jefe, el Gral. Gracianni.
Baltimore (AP) Mussolini, fue secretamente enterrado en un campo de arcilla en Milán, Italia, cerca de un terreno marcado especialmente para el entierro de Nazis. Howard M. Norton, corresponsal de guerra del periódico Sun Baltimore, reportó en un cable desde Italia: La tumba no fue marcada. Un capellán católico del Ejercito Italiano, dio una breve bendición. “Mussolini fue enterrado con la misma camisa ensangrentada y ropa enlodada, con la cual fue abaleado y después colgado en la Plaza Loreto. Fue sepultado en una tumba que fue vaciada, sin que se conociera el nombre del ocupante. Su amante, Clara Petacci, de alta jerarquía Nazi, fue enterrada de la misma manera”. Fin del cable.
Londres (AP) La resistencia Alemana en el corazón de Berlín colapsó ayer, cuando los últimos 14.000 fanáticos Nazi se entregaron al Ejercito Rojo, después de que su líder, Adolfo Hitler, se suicidó.
Moscú (Boletín Militar) Tropas del Ejercito Rojo han colocado más de 100 barricadas en Berlín, y en el centro administrativo de la ciudad, en su impenetrable camino hacia la Cancillería del Reich y la fortaleza subterránea del Tiergarten.
Londres (AP) Una emisora nazi en Hamburgo, anunció en la noche pasada, que Adolfo Hitler murió ayer, al mediodía, en Berlín y que el almirante Karl Doenitz, por escogencia personal, fue nombrado heredero para comandar la nación Alemana. “Estamos reportando desde el cuartel general del Führer, que nuestro comandante, Adolfo Hitler, luchando con su último aliento, en contra de los Bolcheviques, murió por Alemania, en su cuartel operacional en la Rechischancelery”, anunció una voz en alemán, en la transmisión que fue interceptada por el puesto de vigilancia radial de la Associated Press (Prensa Asociada), en Londres.
“El 30 de Abril, el Führer nombró al gran Almirante kart Doenitz cómo su sucesor. El Gran Almirante hablará ahora al pueblo Alemán”:
Una grabación de la solemne Séptima Sinfonía de Bruckner fue interrumpida por una banda marcial y una persona que se identificó cómo Doenitz, habló y juró por la continuación de la guerra: “…es mi primera misión de salvar a Alemania de la destrucción, por la avanzada del enemigo Bolchevique. Solo para esto, la lucha continúa”.
“El mundo nunca sabrá la verdad sobre la muerte de Hitler, en la final Batalla de Berlín”
…Si Adolfo Hitler murió ayer en su puesto de comando en Berlín, así cómo anunció una voz en la Radio Hamburgo, el mundo no podrá saber con exactitud por un largo tiempo y posiblemente nunca. El podría estar muerto por días o por semanas o podría estar vivo y el anuncio era solo una cortina de humo para camuflar su escape.
Sin embargo, lo que anunció la Radio Hamburgo está considerado como el fin oficial de Adolfo Hitler, desde el punto de vista de la autoridad en Alemania. Si está vivo o muerto, la jerarquía y la diligencia Nazi decidió que el mito de Hitler muerto, puede servir mejor a su fines que el Hitler vivo y liderando la última esperanza de victoria en Berlín.
Una leyenda de Hitler, muriendo en una final de Gotterdaemmerung, en la terrible tragedia que generó, podrá servir también para los planes de la propaganda Nazi para los años y las futuras generaciones. La posibilidad existe, de que Adolfo Hitler murió cómo se reportó con anterioridad. Las dudas también.
Berlín 4 horas antes de la capitulación
En el día anterior infantería soviética rompió la defensa del Zoológico y estaba disparando hacia arriba, donde en los techos de cemento estaba las ultimas unidades de artillería alemana. Al medio día del 30 de abril, los regimientos 150 y 171, con la ayuda de cañones de 6 y 8 pulgadas, cohetes Katiuska y armas antitanque Panzerfausts capturadas, empezaron el último ataque hacia el Reichstag. Esto marco el día de la decisión final, porque sin la artillería de 88mm del Zoológico, sus armas AA y las ametralladoras pesadas, la pista de despegue estaba sin defensa.
El avión era un monoplaza; hecho en madera especial y con las alas cubiertas de tela, para no ser detectado por el radar. Un Fokker de reconocimiento. Los técnicos de la aviación, trabajaron por semanas en repararlo, tenerlo operacional. Sacaron todos los equipos no esenciales, para instalar la silla extra detrás del piloto y un tanque extra de gasolina. Fue escondido dentro de un taller mecánico subterráneo y la salida era limpiada de los escombros de los bombardeos, cada día, por un pelotón de la Hitlerjungen. En la noche del 30 de abril, se recibió la orden de salida. Los técnicos lo sacaron y lo posicionaron al final de la avenida Charlottenburger Chausee. Los soldados limpiaron las calles de piedras y escombros dejándola limpia.
El piloto que estaba vestido con su uniforme reglamentario del Luftwaffe, subió, chequeó sus relojes y a su señal, el mecánico con una minilla le prendió el motor. De la oscuridad una persona se acercó y ayudado por un soldado subió detrás. El pasajero estaba vestido con una larga chaqueta de cuero negro, con el cuello subido, gorra y una pequeña maleta. Las colas de las ruedas fueron removidas. El piloto saludó al personal de tierra y cerró su carlinga de vuelo. Con el motor al máximo, el tacómetro a 2.250 rpm y los flaps a 15 grados, el piloto maniobró un despegue en pista corta. Pista mas corta que esta no podía ser. El pequeño avión monomotor, con su pasajero no identificado, sin luces de navegación, despegó de la pista improvisada, en la calle del centro administrativo de la ciudad, al este de Tiergarten.
Apenas pudo tomar altura, casi rozando con el tren de aterrizaje el techo del edificio de oficinas administrativas del Protocolo. Después del despegue con una velocidad mínima de maniobra, giró 90 grados a la derecha, 30 grados de banqueo coordinado, subiendo 1.500 pies por minuto, en círculos sobre el mismo lugar, tomando en cuenta la negra y humeante silueta de la Cancillería del Reich, para evadir el fuego de la artillería antiaérea rusa. A una altura de 7.500 pies, recibiendo poca atención de la defensa AA (Anti Aérea) rusa, se niveló y tomó rumbo desconocido, hacia el Norte–Oeste.
Los dos, piloto y pasajero, miraron hacia atrás, donde una ciudad en llamas y agonía, moría. Fue el último avión que despegó desde Berlín, antes de la total e incondicional rendición de la ciudad y su guarnición, a las tropas de asalto rusa.
Nuestros Días
Los últimos descubrimientos en medicina e ingeniería genética, apuestan hacia una sola dirección y conclusión: la clonación humana se ha hecho inevitable. Alguien, en algún lugar la va a realizar.
En noviembre del 2001, se produjeron “In Vitro”, las primeras células embriónales, cuyos núcleos fueron implantados desde otros tejidos. Bajo la excusa de que van a producir solo células pluripotenciales, con capacidad para convertirse en cualquier tejido humano, la diferencia hacia la clonación total de un ser humano, reside solo en la barrera del deseo, la motivación política y el poder económico.
Cuando tengamos el primer ser humano totalmente clonado, sufriremos una conmoción. Igual como fue, a través de la historia, con cualquier otro descubrimiento importante del hombre. Muchos debates, discusiones, medidas de poder, pero las investigaciones seguirán adelante. Nada los podrá detener. Seria como la naturaleza. Nuestra base ética de la vida y de la muerte será quebrada. Nos daremos cuenta que la mayoría de nuestras ideas eran erradas.
Sin poder parar y prohibir la clonación humana, podríamos, a lo mejor, destrozar el material genético de los seres humanos no deseables para la estabilidad política y social del planeta: los criminales y los terroristas.
Estados Unidos, Italia y Japón han adoptado medidas contra la clonación. Las Naciones Unidas han declarado a la clonación: “contraria a la dignidad humana”. Inglaterra está en pro. Singapur, India, Rusia y Brasil no han puesto fuera de la ley la clonación.
It´s only a mattter of time before.....
"We are in a fight in which we ultimately have to attack those who are involved in the struggle against us. There is no other way." Science Minister Matan Vilna'i, Israel, 2001 |