I. La luz ámbar
En toda la
negra inmensidad del mar, la única cosa que atraía la atención de algún
observador, era una pequeña luz ámbar. Estaba montada en el punto superior
del snorkel, cerca de la válvula del cierre automático, en caso de
inundación.
Los dos
cables de cobre que la alimentaban el bombillo con energía eléctrica, venían
desde la swichera general, del panel de las luces de emergencias. Desde el
bus (conductor) principal, los cables # 14, uno verde y uno azul, corrían
más de cuarenta metros, a través del cuerpo del submarino y subían otros
catorce metros sobre el tubo de alimentación de aire al motor, el snorkel.
No era un circuito importante: en el libro de mantenimiento era considerado:
circuito secundario de emergencia, el tubo del snorkel. Se debía
chequear cada seis meses. La última vez fue inspeccionado hacia exactamente
cinco meses y tres semanas. Le tocaba inspección en una semana, casi en el
mismo momento que la nave debía llegar al pen del puerto de Haifa.
Desde la
salida de Israel, los dos cables estaban libres. Se salieron de su amarre
de caucho y metal en algún punto del Atlántico. Nadie le prestó ninguna
atención. Ahora, los dos cables, despegados, bailaban con el viento y el
agua salada y fría del Mediterráneo, tocando a intervalos regulares el casco
del tubo, en un monótono ruido regular.
Construido en
1964, bajo los diseños básicos de la serie XXI, fue del segundo lote de 18
submarinos ensamblados por Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. La
primera Serie era de 250 y 450 toneladas, armados por los Astilleros ILK.
Del segundo lote de 24 de estas naves, 18 eran verdaderos submarinos y no
sumergibles: eran más pesados y más grandes que el primer lote. Una parte
fue designada con el número 206, y tenían los mejores adelantos técnicos y
tecnológicos del momento. Tres unidades fueron modificadas bajo una licencia
inglesa y designada Gall Class y vendidas a la Marina de Guerra
Israelí. Setenta y siete metros de longitud, catorce metros de altura, 11500
millas de autonomía, 15,7 kt de velocidad en la superficie, 17,2 kt
sumergido, una profundidad operacional de 180 metros, máxima de 280 metros,
seis tubos de lanza torpedos, diecisiete cargas internas y dos
ametralladoras de 20 mm eran las datas técnicas básicas de la nave. Hay
otros que dicen que Dakar era de la clase T ingles (ex HMS Totem) veterano
de la segunda guerra y modificado en Inglaterra por la marina de Guerra
israelí. El secreto que envuelve esta nave sigue todavía vivo.
… A trece
metros debajo del nivel del mar, al nivel de snorkel, estaba el submarino de
1821 toneladas de acero. La luz verde significa que el snorkel esta activo y
esta permitida la operación de los motores diesel. Velocidad 1/3 adelante,
con las hélices acopladas a los dos motores Diesel. Su carga marina
sumergida, según su manual de operaciones alemán y revisado por los
astilleros ingleses, era de 1.819 toneladas. En la superficie su
desplazamiento era de 1.621 toneladas.
Estaba en su
segundo segmento de esta viaje, de regreso desde la base naval Inglesa de Portsmouth.
Su punto inicial del viaje (round trip) fue el
puerto militar (israelí) de Haifa. su manifiesto de navegación y ordenes
eran: viaje de entrenamiento, prueba de la nave e tripulacion, up grade
mecanicos menores en Porsmouth y entrenamiento en ataques de profundidad,
misiones especiales maniobras evasivas en caso de ataques por unidades
enemigas aéreas, superficie y sumergidas.
Cada motor
de propulsion tiene un juego de dos luces. Cuando el botón rojo está encendido significa
que el mismo está cargando las baterías. Cuando la luz esta en verde,
significa que el motor es usado para propulsión. En el panel de control
principal, por alguna cosa extraña, los dos motores diesel están en verde,
sin cargar las baterías. El nivel de las baterías estaba en rojo. La idea de
navegar con el snorkel, cerca de la superficie, era recargar las baterías
con los generadores acoplados a los motores diesel.
Si el
submarino baja de nivel, el snorkel se cierra automático. Los motores diesel
se apagan y todo debe ser trasladado hacia el sistema eléctrico generado por
las baterías internas.
Su último
contacto con la base en Haifa, fue al mediodía del día 25 de enero del 1968.
Cuando se
conectó recibió el mensaje codificado del tiempo probable en la ruta:
FT 2501
11145Z
2501 to
2601 100127 235527 15SCT C250 BKN2717
001Z
C100 BKN. 17Z VFR
Una vez
recibió el mensaje de la base, descifro y envió el siguiente radiograma
codificado de respuesta:
Radiograma
- código 13857
250168 /
1202Z GMT
De:
Tz-77
Para:
Mate Tzolelot, Hail Hayam, Haifa
Nav.12 kn,
pos. Ac. 625 Km. de Haifa, suroeste de Creta.26.55 N 36.25 E Todo normal abordo, sin novedades. V12k.
const. S/contactos submarinos, de superficie u aéreos.
Los
periscopios estaban bajados. Navegaba a unos siete nudos, impulsado por sus
dos potentes motores Diesel. Dejaba atrás una fina, pero continua línea de
burbujas de agua, que si había suficiente luminosidad, se podía observar por
varias millas. Los Diesel-s daban vida a la nave y debían cargar los
bancos de baterías de 140 celdas eléctricas, que se usaron en la navegación
de 250 millas náuticas del día precedente, intentando de eludir las
patrullas de la marina de guerra egipcia. Su nivel de carga estaba crítico,
en solo un 15%.
La
intranquilidad del mar en la superficie, contrastaba con los ruidos de los
motores. Cincuenta y siete marineros de un total de setenta y dos hombres a
bordo, dormían, extenuados de sus tareas diarias. Normalmente su
tripulación era de sesenta y nueve personas, pero la nave tomó un equipo de
tres personas a bordo en una acción nocturna en las costas sureñas de
Inglaterra. Subieron a bordo silenciosos, vestidos en ropa de camuflaje
negra y cargando unos pesados equipajes. No socializaron con la tripulación.
Dormían y estaban juntos todo el tiempo. Solo el capitán hablaba con ellos.
En la sala de
los motores, un solo mecánico estaba despierto en su turno. Supervisaba los
grandes motores diesel, copia fiel de los MAN alemanes. Las RPM, el consumo
de combustible, la presión de aceite, la temperatura de los radiadores de
enfriamiento, el voltaje y la tensión eléctrica de los generadores. Uno de
los motores estaba acoplado a la turbina eléctrica y el otro a las bombas de
agua e hidráulicas. A través de correas, cada uno daba potencia a un
generador y una bomba hidráulica secundaria. No se sabe con certeza, quien
estaba al mando del turno rutinario de la noche. Algún oficial subalterno
ayudado por un sargento técnico y ocho marineros. Nunca se sabrá.
II. Mar
Mediterráneo
Levantine
Bassin, 1943
El UC-175
era un submarino especializado en lanza minas. Clase UC-5. Estaba
armado con dos lanza torpedos, pero su principal arma eran los tubos lanza
minas marinas, tan temidas por los cargueros y los barcos de la Royal Navy.
A las 06:00 AM
del 08 de diciembre de 1943, estaba en misión de patrullaje en el Mar
Mediterráneo, al sur-este de la Isla de Creta. En el mapa de guerra de la
Kriegsmarine estaba en el cuadrado Grid CO61. 26.15 grados N, 36.45 grados
E, en una zona llamada Levantine Bassin. Profundidad máxima: 3.402
metros. Una peligrosa zona. En el mapa, estaba situada a solo 615 kilómetros
de la costa de Palestina y a 350 kilómetros de la costa egipcia, llena de
patrulleros y destructores ingleses.
El UC-175
operaba esta vez desde la base marítima italiana de Brindisi en el Mar
Adriático. Antes vio acción en la zona del Canal de la Mancha y en la Bahía
de Vizcaíno, con su base en La Rochelle. En largas patrullas, llegó hasta
las costas americanas en misión operacional. Inclusive observó las luces de
la ciudad de New York, reflejadas en el cielo de la noche. Tomó las famosas
fotos de New York de noche, que se publicaron en los periódicos alemanes. Su
participación en el Raid de New York y Carolina del Norte, fue una de las
más lejanas y audaces acciones de la Kriegsmarine. Otros dos submarinos, que
operaron el Golfo de México, no regresaron de sus misiones y se presumía
que se perdieron.
Su Comandante,
el Korvettenkapitan Olaf Breizen era experimentado. Fue el alumno más joven
del Capitán zur See (Capitán) Paúl Koning, el comandante de Duetschland,
el primer submarino alemán que hizo el viaje a Norte América, en Septiembre
de 1916. Hoy, Breizen estaba marcando en el mapa su posición. Hizo su
decisión y dio la orden. La tripulación tomó sus puestos de combate
interiores. 6 observadores en la superficie. El UZO esta montado y manejado
por el oficial de navegación.
Cambió de
luces blancas a luces rojas. Los marineros preparaban las cargas. El tubo de
lanzamiento fue alzado y una por una, las 38 esferas de color negro mate,
fueron lanzadas en un esquema irregular de norte-oeste y sur-este. Fueron
preparadas para flotar a 10 metros de profundidad. Cada una estaba armada
con 10 fusibles externos, 6 espoletas de aproximación y 4 de contacto.
Tenían una invención de los científicos alemanes: una detonante accionado
por campo magnético generado por cualquier embarcación de hierro. Con sus
cuernos mortales cada mina tenía una apariencia macabra.
A las 08:30 AM
la operación terminó. Breizen, supervisando a su oficial de navegación,
marcó de nuevo la posición del campo minado en sus mapas. Desde el radio
principal del submarino, en código, cuatro letras fueron emitidas para la
Comandancia General de la Kriegsmarine, en señal que la misión término. Hizo
una entrada en su bitácora y dio la orden de regresar a la base italiana,
antes de que el tiempo se pusiera malo. Por si algún patrullero, destructor
o avión inglés lo pudiera localizar en la superficie. El peligro de ser
observado por alguna patrulla aérea era inmenso. El encuentro entre un
submarino navegando en la superficie y un avión armado con 2 ametralladoras
de 20 mm, bombas y torpedos puede ser mortal para una tan delicada nave como
un U-boat. Por igual sentía una tempestad acercándose. Las minas flotaban y
el viento y las corrientes marinas las dispersaban. Sin muchos problemas,
podían chocar con un destructor patrullando en el área o con algún carguero
militar que se dirigiera hacia el Cairo o Haifa.
Con todas las
entradas de agua y aire cerradas, el submarino gris se hundió lentamente a
cincuenta metros de profundidad. Los E-machinen fueron acoplados y
una velocidad de 1/3 adelante fue ordenada. Puso su curso hacia su destino
italiano, dejando atrás finas burbujas de aire, agua azul y sus letales
minas marinas.
III. En el
Mediterráneo
Enero de
1968
Todo empezó
con una falla mecánica y se terminó con una total tragedia.
Por alguna
razón desconocida el submarino bajó de nivel. Sobre la boca del snorkel, hay
unos censores y electrodos de cierre, que si están expuestos por más de 15
segundos al agua de mar, comandan automáticamente el cierre hermético de la
boca de aire del snorkel. Cuando la tapa intentó cerrarse, se tropezó con
los dos cables despegados de la luz ámbar de emergencia. Con el snorkel
semiabierto y el submarino en un leve descenso, la columna se llenó de agua.
Sin aire y respirando agua, los Dieselmotoren, al principio empezaron a
funcionar erráticamente y después de varios agonizantes segundos se pararon.
Sus galerías de admisión y los cilindros se llenaron con la corrosiva agua
salada del mar. Con ellos dejaron de girar las pesadas hélices, las bombas
de agua, los generadores eléctricos, las bombas de aire comprimido e
hidráulico. La iluminación disminuyó en intensidad y pasó de blanca a
amarilla. Sin generadores, toda la energía era suministrada por las baterías
eléctricas.
Para flotar y
navegar un submarino se requiere, entre muchas cosas importantes, hay varias
muy importantes las cuales son: aire comprimido y la electricidad de las
baterías.
La
tripulación, alertada por la entrada del agua y por la alarma interna,
empezó a moverse nerviosa hacia sus puestos de trabajo. Las órdenes
empezaron a volar, a través del cuerpo del submarino, de la misma manera que
un inmenso cuerpo humano empieza a despertarse. 60 segundos después que el
snorkel se llenó de agua, los motores diesel se pararon y la nave estaba en
un lento pero seguro descenso. El capitán y toda la tripulación estaban
despiertos y luchando por la recuperación del submarino y sus vidas.
Normalmente el
sonar debía detectar cualquier objeto metálico en el agua. El sonar si
detecto un objeto en la amura estribor de la nave, a una profundidad de 18
metros. Pero en el ruido hecho por la tripulación, en la crisis de las
maniobras para detectar y contener las emergencias de la nave, la luz roja y
ruido del timbre de advertencia del sonar pasaron inadvertidos y nadie le
dio la debida importancia.
En el mismo
momento, en la proa de la nave se produjo una explosión, que corrió, con la
velocidad del sonido, tod0 el cuerpo de la nave. El agua empezó a entrar por
la esclusa del tubo # 3 lanza torpedos. Si alguien estuviera fuera del
submarino, y el mismo estaba en un taller de reparaciones seco, podía ver un
boquete de unos ochenta centímetros de largo y sesenta centímetros de ancho,
que fue abierto en la parte inferior de la salida de la lanza torpedos, por
el impacto de la mina marina, algo que es casi imposible de taponar en el
alta mar, con los medios que la tripulación tiene a mano.
Desde que
regresó de Londres, la nave estaba más pesada que su nivel nominal de 1.819
toneladas. Estaba al límite de su capacidad, pero el capitán, pensó que con
la quema del combustible de los motores, esta carga se iba a compensar
durante el viaje. En este preciso momento, el submarino tenía exactamente
tres toneladas más de peso. A esto se agrega, en un ritmo anormal, el agua
que de inmediato inundo por la rotura del impacto, cerca del tubo # 3, el
casco de la nave. De inmediato y con grandes esfuerzos, los tripulantes
cerraron y clausuraron herméticamente el compartimiento de proa y sala de
torpedos, ya con más de 80% lleno de agua. Dos cuerpos sin vida flotaban
adentro. El agua que entraba y llenaba este espacio, agregó un
extraordinario peso y actuó como un plomo, haciendo que la proa de la nave
apuntara a un ángulo de 15 grados hacia la profundidad. Este ángulo se
acentuaba con cada minuto que pasaba.
Las ordenes de
hacer volar los tanques de lastre con aire comprimido fue dada de inmediato,
pero el submarino solo se sacudió con el ruido de la salida del agua y la
entrada del aire comprimido. Nada cambio en su actitud y su descenso fatal.
En el gran reloj que marcaba la profundidad, frente al capitán, los
indicadores marcaban la cifra de 76 metros.
Otra orden de
modificar los planos a 15 grados positivos y acoplar los E-machinen
(motores eléctricos), fue recibida en el cuarto mecánico, ahora lleno con su
máximo personal en battle-stations, intentando, con agua hasta la cintura,
prender de nuevo los motores diesel apagados por el agua. Cuando los motores
eléctricos comenzaron a girar, por la descarga de las baterías, la luz
amarilla de iluminación bajó de nuevo en intensidad, demostrando el bajo
nivel de carga de las baterías.
Las agujas
negras de los amperímetros, que miden la corriente eléctrica de las
baterías, dieron una vuelta hacia la izquierda, en una zona marcada por el
color rojo y se pararon en la cifra cero. Regresaron de nuevo hacia la
derecha, todavía sobre la zona roja, e indicaban 10% de potencia. Hay un
rango blanco de 0 a 50%, un rango amarillo de 50 a 75%, y uno rojo de 75 a
100% de descarga. De 0 a 75% es vida. Debajo del 90%, está la muerte.
La nave estaba
avanzando por las revoluciones de las dos hélices, pero cada vez más girando
más lento. Con la proa totalmente inundada y más pesada, la nave se sumergía
sin regreso en las profundidades del mar. Casi toda la tripulación fue
ordenada a tomar posiciones en el cuartel de maquinas, en la popa, para
compensar la carga del agua en la proa y compensar su actitud. Las agujas de
los amperímetros estaban de nuevo moviéndose hacia la izquierda, hacia cero.
Viendo esto, uno sentía la muerte acercándose.
La situación
era desesperanzada. Los más negros temores de los submarinistas, por
situaciones como estas, sin energía eléctrica, con el peso sobre el límite,
sin aire comprimido, sin baterías con una actitud negativa y con una entrada
de agua sin poder ser parada, a 100 a metros de profundidad, el pánico
estaba apoderándose rápidamente. Por mucho que está entrenada, ninguna
tripulación puede superar esta situación.
A varios
cientos de metros del lugar, donde tan solo cinco minutos antes estaba la
luz ámbar, ahora el lugar estaba marcado por las bolitas de aire que salían
del submarino que explotaban en la superficie del mar. Cada bola de aire que
salía, era como la misma vida que se iba del cuerpo de la nave.
Poco a poco la
nave se llenó de agua. Ahora, los motores eléctricos, todavía moviendo las
hélices, empujaban la nave no hacia la superficie, pero si hacia el fondo,
debido al enorme peso del agua, de su carga y de la actitud de la proa.
La proa fue
sellada para que el agua no inundara el resto del submarino. Esta decisión
fue tomada por el comandante, después de que recibió el reporte con los
daños de la nave, de su contramaestre. Esto le explicó, que en la actual
situación, no se puede parar esta entrada de agua. Con esto se sellaba
también la posibilidad de que la tripulación podía salir, a través de los
tubos de los torpedos, debido a que los mismos ya estaban inundados.
La única
posibilidad era de estabilizar el descenso y parar la nave a una
profundidad, por encima de la máxima soportada por la estructura metálica,
restablecer alguna carga en las baterías y forzar el agua de los
compartimientos anteriores, en los tanques de balastro y de allá para
afuera, con el poco aire bajo presión que tenían. Inclusive, podían utilizar
algo de los 200 pies de presión, que tenían los dos grandes actuadores
neumáticos de las turbinas de arranque de los motores diesel. Todo esto para
hacer volver la nave hacia la superficie.
El descenso de
la nave era imparable. Ninguna fuerza conocida por el hombre podía
intervenir para cambiar la suerte de la misma.
Al superar 150
metros la nave estaba condenada y su destino terminalmente sellado. Ninguna
fuerza la podía salvar. Las leyes de la naturaleza dominan este lugar. Todo
objeto más pesado que el volumen de agua que disloca, se hunde. La mortífera
gravedad reinaba.
A siete
minutos del último titileo de la luz ámbar en la superficie, el agua llenó
por completo la proa y la medianía del submarino.
A 205 metros
de profundidad, los tornillos y las tuercas de presión empezaron a ceder y a
volar, con la fuerza de balas de ametralladoras, por el cuerpo de la nave,
hiriendo y matando a varios marineros, ya arrinconados en la sala de
máquinas.
A 300 metros,
la inmensa presión del mar selló por siempre la suerte del Tz-77 y su
tripulación. Ninguna fuerza en el universo lo podía salvar ahora. El metal
de las vigas de presión y del cuerpo del submarino empezó a torcerse como
una lata de cerveza, generando un ruido espeluznante, entre los pocos
sobrevivientes de la tripulación, que únicamente esperaban el desenlace
final de esta trágica situación. El acero cedió bajo la inmensa presión del
agua y la misma estaba inundando por doquier cuerpo del TZ-77. La hipotermia
que llegó con el frió del agua entrante, hacía delirar la mente de la
tripulación. Se refugiaron en la popa. El final total está muy cerca.
A 400 metros
de profundidad, la presión del agua torció y rompió las partes de la nave
que todavía tenían bolsas de aire.
A 450 metros,
ya no existía ninguna bolsa de aire en la nave y todo estaba inundado. La
presión quedó igualada. La vida dejó de existir.
El cuerpo
torcido, negro y sin vida de la nave tocó un fondo rocoso del mar. Allá, se
rompió en tres pedazos y los restos cayeron en un radio de unos 200 metros.
Silencioso,
cada pedazo tocó fondo, lanzando una nube de arena al agua, cómo una bomba
en el desierto. Después, imperceptible, en cámara lenta, como alguien que
recibió una bala, herido y que perdió el equilibrio, empezó a girar, hasta
que quedó totalmente acostado sobre el costado de babor. Levantó una pequeña
nube de arena del fondo.
La arena se
sentó de nuevo en el fondo del mar, antes que la última bolita de aire que
salió del cuerpo del submarino, llegara a la superficie. Le tomó 10 minutos
llegar hasta arriba. Pudo ser un suspiro de uno de los tripulantes. Como un
adiós. Cerró con su incorporación a la atmósfera gaseosa de la superficie
del mar, la vida del Dakar.
A 2.900 metros
de la superficie, sobre una colina submarina, en un fondo con más de 3.200
metros de profundidad, antes que la última bolita de aire llegara a la
superficie, la luz ámbar se apagó.
A esta bola de
aire, como el último suspiro de un gran animal herido de muerte, le tomó
más de veinte minutos en subir y reincorporarse a la atmósfera.
...................................................................
Su baliza de
emergencia será localizada, días más tarde en una playa desértica de Khan
Younis, en la Franja de Gaza, cerca de la frontera con Egipto.
El 6 de Marzo
del 1968, el General Moshe Dayan, el héroe de la Guerra de Los Seis Días,
con una triste voz, daba un comunicado, en su sede de Tel Aviv: anunciaba la
pérdida del submarino Dakar, Tz-77 y de su tripulación de 69 hombres.
Como de
costumbre, se decretó un día de duelo oficial. Los 69 nombres de los
marineros, los oficiales y de su comandante, el Capitán de Corbeta Jacob
Raana, fueron cincelados en una piedra caliza en el cementerio Militar del
Monte Hertzl.
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Una parte del
antiguo casco del Tz-77, recuperado por la Marina Israelí.
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Sus cuerpos fue
buscado, sin descanso, por más de treinta años. Casi al final del siglo XX,
fue en la misma posición que la nave apareció en las pantallas del radar, y
fue en la noche del 28 de Mayo de 1999, negra y silenciosa, como en la noche
que tocó este profundo lugar.
Desde un
magnetómetro de protones, remolcado a profundidad por una nave de búsqueda
americana, junto con técnicos de la marina militar israelí, apareció la
silueta del submarino. Secretamente fue anotada su posición en mapas
militares.
En Israel, los
familiares de la tripulación fueron anunciados de la especial noticia. Por
semanas la discusión y las disputas acerca de la suerte y las causas del
hundimiento del Tz-77, llenaron de nuevo los espacios de los periódicos, la
radio y la televisión.
Debido a la
profundidad, a los costos de los equipos y de la tecnología necesaria, se
concluyó que era totalmente imposible el rescate de los restos del Tz-77 y
de su carga.
Oficialmente,
nunca y nadie hizo mención alguna de los tres pasajeros extra del Dakar, de
su misión, de su manifiesto de trasporte y de la naturaleza de su secreta
carga.
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