Capitulo 5 |
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I. Alemania Durante la guerra, 1944
El U-293 era una serie de números predeterminados en los libros de la marina de Guerra Alemana, la KriegsMarine. Era un número sucesivo, no algo aleatorio. La letras SM, era un código que sólo era conocido por el alto escalafón de la armada, la inteligencia alemana, la SS, la Oficina principal del General del Ejército alemán y el capitán del barco. Era la designación del un código secreto, que se traducía en “apto para misiones especiales.”
Este número empezó hace más de 30 años, con los primeros UB, los submarinos, fueron lanzados al principio de la Primera Guerra Mundial. Estas máquinas fantásticas, significaban el negocio de la guerra; el profesionalismo y un éxito no superado por otra armada, hasta el fin de la guerra. Ellos eran tan eficaces, que casi ganaron la guerra en 1917 y de nuevo en 1941 y 1942. Pero una guerra total, no puede ganarse solo en el mar. Su esfuerzo estaba especializado, pero para una causa perdida.
De la versión refinada de Tipo XXI del submarino, se construyeron más de 600 unidades, de un total de más de 1.200 submarinos que la KriegsMarine ha puesto en el mar. Con 760 toneladas de desplazamiento, 6.500 millas náuticas de radio, una tripulación de 44 hombres, un formidable cañón 88 mm y un segundo cañón de 40mm, 2 motores MAN Blast Diesel, 140 celdas de batería y 16 torpedos, era el terror del Atlántico. A su crédito, estaba más del 60% de todos los barcos de superficie que los Aliados perdieron en la guerra.
No era un sumergible, barcos de superficie que podrían sumergirse al acercarse a los blancos, o para evadir brevemente la persecución, sino un submarino real, encajado con una invención holandesa: un snorkel, para reducir el tiempo en la superficie y la detección por radar o por patrullas de aire.
El tipo XXI, tenia una línea elegante, la forma de una cáscara de cigarro doble, un cono aerodinámico, un snorkel retráctil, y un armamento muy ligero, era el arquetipo de muchos diseños diesel-eléctricos de la posguerra, incluso el “Tang” americano, el “Purpoise” británico, el “Oberon”, el “Québec” soviético, el “Whisky” y el “Zulú”.
El hierro especialmente formulado en acero, vino desde Bremen. Fue uno de los mejores hecho durante la guerra. Una muy bien guardada formulación, resistente en el tiempo frío del Atlántico Norte y de las aguas calientes del Mediterráneo y el Caribe.
Alemania había sido el líder mundial en la tecnología militar submarina. La nave tenía 120 pies de largo y 45 pies de alto de la quilla a la torre del cono, no contando la antena y el periscopio óptico. Estaban provistos con potentes comunicaciones por radio en HF, VHF y UHF, con radar, con vigilancia electrónica y torpedos acústicos, que estaban alojados en la otra fuente de ruido de la nave: las hélices. Los próximos modelos serie 9, eran dos metros más grandes en el diámetro, más fuertes, y con un formidable radio de acción de 12.000 millas.
Al principio de la guerra, era más fácil encontrar hierro, acero y muchos otros metales especiales necesitados para esta máquina, que una tripulación especializada lo transformaba en un arma letal: comandante, ingeniero en jefe, oficial ejecutivo, oficial de turno, jefe de tripulación, dos mecánicos especializados, dos electricistas, personal náutico, jefe de navegación, personal técnico, operadores del control de los torpedos, operador de radio, operador del radar, sonar y comunicaciones, artilleros del cañón de 88mm, un cocinero, un médico, operadores flak y del fuego AA, corresponsal de guerra, meteorólogo y un ayudante de inteligencia. Con las tantas pérdidas en la Guerra Atlántica, una buena tripulación era un premio.
Durante la guerra, más de 27.000 marineros alemanes de la flota submarina, de un total de 40.000 marineros activos, murieron y se perdieron en el alto mar. Al mismo tiempo, no menos de 30.000 tripulaciones Aliadas se perdieron.
Fueron construidos y ensamblados por la Germaniawerft en Kiel y los cascos metálicos que se completaban en Flensburg, eran retornados a la gran base naval de Kiel.
El U-293 fue el primero inscrito en los libros. De segundo, el nombre del barco, tercero el tonelaje grueso, especificaciones del motor y números de serie del motor principal y de los motores eléctricos, el código de la hélice, el armamento, el tipo de torpedos, el número de serial del cañón Krupp de 5.5 pulgadas de la, la descripción del equipo de radio y equipo de telecomunicación, número de la tripulación y el ingeniero encargado que certificó el barco, por parte del constructor civil. Lo último era el número de serie de la máquina del Enigma, destinada a codificar y descifrar el idioma de comunicación crypto naval alemán, para la flota de los submarinos. Los tipos de ruedas codificadas y sus seriales.
Desconocido para la armada alemana, era que este código fue interceptado y parcialmente roto por la contra-inteligencia inglesa y americana, funcionando a las afueras del Parque de Blechley. Pero más se debía a la captura intacta en marzo de 1941 de un barco costero alemán, con la máquina Enigma y sus auténticos libros de códigos, que a la ruptura del código por parte de matemáticos ingleses.
Cuando este ritual burocrático estaba teniendo lugar en un subterráneo de la oficina principal de la KriegsMarine, el amenazador U-boat estaba descansando calmado en los amarraderos del pen en Kiel. Un obrero de tierra, en un andamio de madera, colgando de la torre, estaba pintando con color blanco el número del barco, el número U-293.
La opción del nombramiento del capitán estaba en las manos del Almirante Karl Doenitz, FdU (Führer del Underseeboat). La lista era corta. Sólo siete nombres fueron escritos a maquina en el papel amarillo, que llevaba la insignia del departamento de personal. En el más bajo lugar de la esquina, estaba escrita una firma pequeña y el sello personal de la cabeza del Abwer, el Almirante Canaris. Debido a la asignación de este submarino, su capitán debía ser especial. No después de un pensamiento largo y un vaso de coñac francés, un regalo del comandante militar de París, su opción estaba hecha: el Fregattenkapitan (Capitán) Hans Maximilian Gerstain.
Después de un último sorbo, firmó al lado del nombre escogido e introdujo el papel con los nombres de los capitanes en el archivo y los cerró, después de una última mirada. Él alcanzó el interruptor bajo la mesa y llamó por un mensajero que estaba de pie fuera de la oficina. El hombre de la motocicleta, entró, saludó y tomó posesión del sobre. Con un movimiento rápido, lo introdujo en su maletín de cuero, saludó de nuevo, giró 180 grados y desapareció.
El mensajero tendrá un paseo largo ante él: al registro de la armada en Berlín, donde este papel se transformará en una orden de la comisión, para el Comandante del submarino, y después a Kiel. Quizás, si tuvo suerte, el capitán del barco escogido por el Almirante, se estacionó en la base adyacente en Kiel. Si no, él tiene que ser localizado.
Hans M. Gerstain era uno de las primeras generaciones de capitanes de submarinos del Reich. De una familia de la clase media: su padre era técnico y supervisor de la turbina para la compañía eléctrica en Munich, y su madre trabajó como una enfermera en el hospital militar local. Su hermano mayor, Alberto, era un comandante en el Werhmacht.
Hans vio que el futuro de esta guerra, estaba en el roce de las líneas de suministro y logística británica. El submarino, como en la primera guerra mundial, era una máquina ideal para esto: barato, listo para ser producidos en grandes cantidades. En las manos de un capitán talentoso y capaz, con una tripulación especializada, era una máquina formidable maquina de guerra. El tipo de guerra que una nación pobre puede dirigir contra una rica.
Antes de que una tripulación pueda disparar su primer torpedo real, tiene al menos que pasar ochenta días en operaciones en alta mar. Siete ensayos durante el día y cinco durante la noche, traerán la resistencia de los hombres a un límite. Pero en la guerra real, un segundo de vacilación, un metro de tolerancia, puede significar la diferencia entre la muerte y la victoria. Después de ochenta días de entrenar, les permitieron disparar el primer torpedo real. En este momento, Hans supo que el tiene una buena tripulación y una poderosa maquina en sus manos.
Al mando de otro U-boat, el tuvo gran éxito en la matanza de septiembre de 1941, del convoy de SC7, desde New York a Inglaterra. Tres convoys, HX 229A, HX 229 y SC 122, mas de 174 naves y un millón de toneladas de mercancía están siendo esperados por más de 12 submarinos alemanes en un sector denominado no mans land, debido a la inexistente cobertura aérea Aliada y a la presencia de Wolf packs alemanes. Estaba comandando el U-372. De un total de 59 naves destruidas Aliadas, su premio fue de seis cargueros y un petrolero. A su total de 19 naves hundidas confirmadas, él tiene un raro premio: un destructor inglés, hundido cerca del Canal De la Mancha. Más a su balance tiene tres misiones confidenciales, tan lejos como América del Sur, Grecia y Turquía.
17 de febrero del 1945.
En la última batalla, el U-293 estaba junto con el U-711. Operando desde North Cape, en territorio noruego, en la zona de Murmansk, en el Mar de Barents, los dos submarinos en patrulla, encontraron una patrulla de superficie Inglesa. El U-293 tenía pintado sobre su cono de mando otro número, el U-411, para confundir a los ingleses. En una excelente posición de ataque, Hans lanzó dos torpedos acústicos T-V G7es, diseñadas en el 1943 especialmente para las escoltas militares de los barcos de carga. Impactaron en la coleta Bluebell, que de inmediato se incendió, explotó y se hundió. El HMS Lark, la otra patrullera inglesa, empezó la caza del U-411, pero fue alcanzada por un tercer torpedo T-IIIa FaT-II lanzado por el U-711. El Lark se hundió. Las dos tripulaciones de las naves inglesas impactadas se salvaron. El U-411 (U-293) regresa a su base en Kiel. El U-711 quedó en patrulla. U-411 (U-293) regresó a su base en Kiel, se reabasteció de municiones, combustibles y pertrechos militares. Desaparece una nueva patrulla cuando la Guerra termina el 8 de Mayo de 1945. Nadie después supo más de su paradero.
II. Alemania Fin de Abril - Comienzos de Mayo de 1945
En cada submarino alemán, hay varios compartimientos totalmente sellados. Uno de ellos, el mejor de todos, es la caseta del transmisor de la radio y de la maquina encriptadora, serie Kriegsmarine.
En la consola, de izquierda a derecha está el codificador Enigma, el radiotransmisor multi-canal principal, un transmisor secundario, una maquina de escribir profesional y el panel de control del hidrófono. Sobre la pared del frente, están las cajas de fusibles, las conexiones a los audífonos, dos grandes parlantes, un reloj eléctrico y enchufes de diferentes voltajes.
Su compartimiento estaba bien aislado, con paredes de acero inoxidable y tapa sellada con goma. Allá estaban encerrados la Enigma, el libro de códigos secretos, varios módulos de cambio de las rosetas de codificación, papel con el sello de la KriegsMarine y las cintas de impresión. La tapa de la caseta tenia doble llave: una la tenía el Capitán y la otra el oficial de comunicaciones, que a la vez era el encargado del hidrófono, de la administración y de la logística. El compartimiento tenía una división. Allá estaban las ordenes oficiales de acción, unas cajas con códigos especiales, de triple llave para el capitán solamente, libros secretos de maniobras y dos sobres con sellos de cera roja para cuando el submarino sale en misión, con los datos de la patrulla: la salida, el regreso, las coordenadas de navegación, Las coordenadas de la zona de acción, frecuencias de radio, el número del código Enigma, los puntos de abastecimiento y otros datos de rutina.
El U-boat estaba amarrado en el muelle fortificado. Una tensa calma reinaba adentro de la pen. El techo tenía diez metros de cemento ultra reforzado, que ninguna bomba en el arsenal de los aliados podía romper. Afuera todo estaba desvastado por los continuos bombardeos aéreos Aliados. En cada lugar uno se podía tropezar con pedazos, bloques de concreto y cabillas torcidas. Los soldados de una compañía de seguridad reforzada con varios pequeños grupos del Ejército de Reserva, con uniformes blancos de camuflaje, estaban guardando sus perímetros con caras de fastidio, amargura y resignación.
El compartimiento de las órdenes, que estaba a la derecha de la cama del Capitán, al lado de varias fotos en delgados marcos de madera negra, estaba vacío. Fotos de los tiempos de gloria de los U-boats, del principio de la guerra. Fotos con tripulaciones ya desaparecidas. Los únicos dos sobrevivientes de las fotos, eran el Capitán y el Almirante Doenitz, en un día soleado, con la tripulación sobre la cubierta, cuando llegó a condecorarlos en 1941, por uno de los más importantes logros de la nave y su gente: Hundieron seis cargueros Aliados.
Hoy, la nave estaba solo habitada por una mínima cuadrilla de servicio y un oficial de guardia. Gruesos mecates lo tenían fijado al muelle y cables eléctricos estaban conectados al sistema de iluminación interna. Estaba llena del combustible diesel, aceite, provisiones, armamento, municiones y con las baterías cargándose. Su tripulación era una colección de varias tripulaciones diezmadas de otros U-boats. Estaba acantonada en unos edificios subterráneos, cerca del puerto, con órdenes de estar en posición stand-by y sin permiso de salir de la zona. Lista para operaciones.
El muelle estaba casi vació. Contrastaba con la febril actividad de los años 1941 y 1942, cuando mas de 90 U-boats estaban activos, operando en muchos teatros de guerra: Atlántico Norte, Atlántico Sur, Caribe, Pacifico, Mediterráneo, Circulo Polar, Asia, Murmansk. Solo en el Atlántico Norte, había no más de 12 U-boats activos, esperando la presa o atacando, en cualquier momento. Cincuenta metros separaban al U-293 del U-217, del otro lado, que estaba en reparaciones mayores, debido a que una carga de profundidad americana le dañó los dos periscopios, el cono central de comando y el timón de profundidad. Fue una excepcional hazaña navegar más de 1.200 millas con estos daños. Sus motores resistieron. Su tripulación también. Llegó como por milagro, navegando a la mitad de la velocidad, de día y de noche, y pasando casi inadvertido por las patrullas inglesas, los aviones aliados y los destructores de la Home Fleet, los guardacostas Ingleses. Dos soldadores estaban removiendo el metal torcido por la explosión. Trabajaban, pero no con mucho apuro. Los guardias militares patrullaban a pie el perímetro, con sus pistolas automáticas en bandolera, prestando atención a los soldadores, sin muchas ganas de salir afuera del techo del cemento, por el peligro de los aviones Aliados, que ametrallaban cualquier cosa que se moviera. Adentro era vida, afuera era la muerte.
…Las noticias desde Berlín estaban confusas: un millón de soldados rusos estaban casi dominando la ciudad capital. Las pocas fuerzas, hombres y Panzers del Wehrmacht, que estaban comprometidas en la lucha de mantener los frentes, estaban en Checoslovaquia, sin posibilidad de intervenir en la cruel y sangrienta lucha de la capital. Dividido en muchos frentes de batalla, entre los rusos al Este, los Aliados al Oeste y al Sur, no quedaba mucho terreno donde resistir. Muchas de las unidades que luchaban en el Este, querían rendirse a los americanos en el Oeste y a veces dejaban el frente sin atender, y emprendían la carrera contra reloj, de varios cientos de kilómetros, solo para terminar en un campo de prisioneros americano que era sinónimo de vida. Nadia quería quedar atrapado y caer prisionero a los rusos, sinónimo de muerte. La Luftwaffe estaba casi sin aparatos de vuelo y la KriegsMarine con solo una media docena de submarinos operativos
…Pocos mensajes se radiaban del bunker del Führer. Por algún milagro de las tropas de comunicaciones, había un canal de radio LN y dos canales dedicados de cables subterráneos, que no fueron descubiertos ni por los rusos, ni por los americanos. Comunicaban con el gran conmutador telefónico subterráneo de Hamburgo.
En la oficina de Ayudantilla del Comandante del la Marina, un cablegrama llegó en el teleimpresor, anunciando el suicidio de Hitler. A pocos minutos, una llamada de teléfono, hecha en la red rápida militar por parte de Bormann, asistente personal de Hitler, nombró a Doenitz como el nuevo Líder del Reich (en su testamento, Hitler dejó este cargo para Doenitz). La confusión se acentuó solo por el deseo de una pequeña parte de las tropas y de la oficialidad, de continuar la lucha, contra la otra solución, compartida por la mayoría de las tropas y de los oficiales, no comprometidos con los ideales nazis. Era la decisión natural y del buen sentido de sobrévivencia, daba la total insolvencia de una situación militar: un armisticio o una capitulación total e incondicional.
A varios kilómetros de distancia de la Comandancia de la Marina, en Kiel, el cuarto de oficiales de la guarnición, a unos cientos de metros, al Sur del amarradero subterráneo, estaba lleno con hombres, oficiales navales, del Ejercito y de la Aviación, operativos y del Estado mayor, escuchando la noticia en varios aparatos de radio.
En realidad, estaban escuchando simultáneamente en tres canales: uno militar, con un equipo de Telefunken, que se comunicaba, a través de una red de cableado subterráneo secreto, directo con la Guarnición de Berlin y el OKW, un radio transmisor Grunding en las frecuencias de la estación central de control de los submarinos y unidades de superficie de la marina de guerra y uno comercial, que estaba sintonizado en Radio Londres, en la frecuencia de la BBC. Mucha gente estaba alrededor del radio que recibía las noticias desde Londres. Las noticias inglesas de la situación en los frentes de guerra, eran más precisas que los informes alemanes. La muerte de Hitler fue anunciada horas antes. Según el noticiero inglés la capitulación de Berlín era inminente. Comentarios, en voz alta, contradicciones, animaban a los militares, dentro de una nube de humo de cigarrillo, cada vez más gruesa. Un soldado de intendencia entraba a intervalos trayendo bebidas, el vino, el coñac y salchicha frita.
De repente, una luz amarilla intermitente se prendió en el grande aparato Telefunken. Unos momentos antes, el operador, dejó su puesto para acercarse al grupo que escuchaba la BBC. Por largos ratos, como todo el mundo estaba sumergido en la más intensa discusión, nadie respondió a las llamadas. El volumen de las cornetas del Telefunken estaba al minino. Pero las miradas de algunos, fueron atraídas por el bombillo amarillo que no dejaba de titilar, como un pequeño faro en el mar.
“Operador, tienes una llamada del bunker”, le dijo una voz anónima y la mano con un cigarrillo consumido por la mitad, le indicaba el puesto de trabajo. Varias miradas se dirigieron hacia el radio, pero cuando vieron al operador caminando hacia su puesto, se devolvieron hacia la discusión alrededor de la estación de la BBC.
El mensaje venia de la oficina de telecomunicaciones del bunker. Del otro lado, a cientos de kilómetros, en la destrozada y ardiente Berlín, Bormann quería hablar con el oficial de guardia. El telegrafista reconfirmó la identidad de la persona del otro lado de la conexión y llamó al oficial de guardia. Este se levantó lentamente del grupo de la discusión y se dirigió hacia los radios de la red militar. Se puso los audífonos y habló por varios minutos con Berlín. Cuando regresó a su grupo, con un gesto teatral terminó de fumar el cigarrillo, sacó el humo de sus pulmones, pisó la colilla en el piso de cemento con sus botas y dijo:
“Esto no lo van a creer: Bormann quiere que un U-boat salga para Argentina con una encomienda especial. La caja viene con un motorizado de la OKW que ya salió de Berlín. Confirmé esta orden con la ayudantía de Doenitz. Esta aprobado. Los papeles con las órdenes escritas están en camino. ¿Que hacemos?” “Quien va a salir ahora, tan cerca del fin” se oyó a una voz del grupo. “Hay una recompensa para esta misión. 10.000 Reich Marks (Marcos Alemanes) para el Capitán y otros 30.000 RM para dividir entre la tripulación. El dinero será pagado por la Comandancia, a la salida.”
Un largo momento de silencio se sintió en la sala, en el cual cada uno tuvo algo que reflexionar. Las cabezas bajaron y solo la voz de un distante reportero de Londres llenaba la sala. Poner junto sus planes de batalla, presentes y futuros, la situación personal y familiar de mucho de los militares y ver si les interesa esta provocante recompensa a la vista de los constantes acontecimientos militares y tan cerca del fin. Salir de Alemania ahora significaba que no podían, en el caso que llegarían bien a Argentina, regresar al suelo patrio por lo menos cinco años. Era arriesgar mucho a tan cerca del fin de hostilidades y la perspectiva de quedar con vida después de una tan larga lucha.
“Dos alternativas, siguió la voz del oficial a mando: que alguien se ofrezca voluntariamente para la misión o yo lo nombro. Hay solo dos naves listas para salir. No hay de donde mas elegir.”
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Un mensaje desde Berlín fue interceptado por la estación de escucha radial Americana a solo 57 kilómetros al oeste de Hamburgo. 20 operadores de la marina americana, en turnos que cubrían las 24 horas, escuchaba a todo que se radiaba en la Alemania nazi. El destino de esta conversación era la zona norte de Hamburgo o la base naval de Kiel. Era en claro, sin ningún código, hablado en un alemán rápido. La señal era débil, desde un pequeño emisor. Debe ser que ya nadie tenía tiempo de cifrarlo. Fue escrito a máquina, sellado como Atención y depositado en la bandeja, ya llena, del oficial OD de comunicaciones. Nadie le presto atención.
Una operadora rusa en un subterráneo, a 5 kilómetros de Berlín, donde estaba la sede del regimiento de intercepciones radiales de la Inteligencia Rusa, escuchó el mismo mensaje. Fue traducido del alemán al ruso, en cuestión de minutos, fue entregado al oficial de turno. Este lo leyó, lo firmó y selló con dos sellos rojos: urgente y secreto. Los envió con un motorizado al cuartel general del General Zukov, en las periferias del primer anillo militar de la capital.
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Todo el cuarto estaba lleno de humo de cigarro. No había ventilación, porque las antes ventanas de vidrio fueron selladas con bloques como defensa antiaérea. De todos los oficiales reunidos alrededor del radio, la silueta de Hans se levantó, y con voz resignada anunció que él se iba a ofrecer para la misión: la suma de dinero ofrecida era muy llamativa.
“Debo hablar con mi Ex-o (segundo oficial a bordo) y la tripulación. Si aceptan, podemos salir en 12 horas.” Tenía un plan y un chance de pasar inadvertido dentro de la confusión originada en el inminente colapso de Alemania y la capitulación.
Las otras naves de la Armada Real, estarían ocupadas apropiándose de los restos de la Marina de Guerra Alemana. Los aviones de reconocimiento Americanos e ingleses serán transferidos hacia el Pacifico, donde la guerra en contra de Japón continua. Tenía poco tiempo para organizar un viaje tan largo, cargar más combustible y provisiones, menos torpedos, más ropa civil y nuevos documentos para la tripulación, despedirse por mucho tiempo de los amigos y de sus familias, liquidar los pocos bienes que tenían en la base militar, llevar algo extra de valor que pudiera ser vendido en Argentina, para empezar una vida nueva, pero no de tan abajo.
Estaba pensando pedir el dinero en oro, porque en papel, no tendrá mucho valor a más de 12.500 kilómetros de distancia. Los nazis tenían sus fábricas de dólares falsos, así que el oro eras una garantía fin fronteras. Sin mirar atrás y pensando muy profundo en la organización del viaje, se dirigió hacia la salida, seguido por las miradas silenciosas de sus camaradas.
Cuando salió del cuarto, las miradas, igual de silenciosas, regresaron hacia los parlantes de los radios, que daban noticias desde varios lugares de acciones militares. Uno desde Londres. Un segundo radio, cambió en la onda del potente radio estación de Deutchlandsder, cuya emisión podía ser escuchada en toda Europa. Un tercer radio, sintonizado en una frecuencia especial al emisor del bunker, lo cambiaron para sintonizar con Radio Hamburgo, una de las pocas ciudades todavía en poder de los alemanes. Su estación de radio estaba en poder de la SS, que recibía las grabaciones desde Berlín. Todos estaban preocupados con su más cercana situación y la suerte que debían correr sus vidas.
A las órdenes de Bormann y de Doenitz, que más tarde llegaron una vía teleimpresor y la otra con un motorizado del OKKM, casi nadie le prestó mucha atención.
III. Kiel 24 horas más tarde
Una hora antes de zarpar, a la media noche, el Comandante recibió dos maletas: una muy pesada con los 40.000 RM prometidos por Bormann, en oro, marcado con el sello del Banco Nacional Suizo. Salieron de la caja fuerte del oficial de la administración de la marina. La segunda, más liviana, contenía una caja de acero inoxidable. Cuadrada, pesada y muy fría. Una tapa, con una rosca especial, cerraba totalmente el recipiente. Estaba sellada. La misma fue traída desde Berlín, por un motorizado de la Comandancia General del Führer. Era un milagro haber salido y pasado los tres anillos que más de un millón de soldados soviéticos sellaban la capital alemana. También era un milagro el haber llegado desde Berlín, evadiendo las patrullas rusas, americanas e inglesas. Venia acompañada de dos sobres de color amarillo.
Un sobre estaba dirigido al medicó del U-boat para abrir de inmediato. Daba instrucciones de cómo guardar el recipiente, hasta su llegada al distante país austral. El segundo, en un sobre amarillo con bordes rojos y sellados con cera, con el sello del Inspector General de la Marina de Guerra y de los Submarinos, con una nota: Abrir solo al destino - Argentina. El capitán estaba más interesado en las maletas del oro que la encomienda. El segundo oficial a bordo entregó la caja metálica y el sobre al nuevo médico del submarino. Quería tener las manos libres y el poco tiempo que quedaba para dedicarse a las tareas de salida del puerto. Otra tarea, esta vez muy placentera era separar su parte del oro destinado como paga al de la tripulación.
Era una situación de ganar-ganar: tenía un buen pago, una nave en excelentes condiciones para navegar y una salida de Alemania. Estaban a un paso de la capitulación incondicional y de seguro cinco años de detención en un campo de prisioneros. Si caía prisionero de los Aliados, podía sobrevivir a su reclusión. Con fantástica suerte, una muerte casi segura si caía prisionero de los rusos (a solo 60 kilómetros de Kiel), que lo internaba en algún campo del GULAG Siberiano.
…Sin pensarlo dos veces, Hans Gerstain dio las órdenes de salida al oficial de navegación. Los amarres fueron devueltos al muelle por los marineros de la cubierta. Las ametralladoras y el cañón de a bordo fueron asegurados. Las tapas de los tanques y agua dulce cerrados herméticamente. Los cables de radio chequeados. Todas las salidas cerradas. Lo último fue desenchufar el cable eléctrico: ahora el submarino estaba bajo energía propia de los generadores, vibrando al son de los motores Man Diesel.
Salió con su tripulación, su U-boat, su dinero y su carga de Kiel. No había despedidas como en otras ocasiones: bandas militares, familiares, comandantes de escuadras, oficiales amigos, novias de los miembros de la tripulación. Más bien era como una fuga que una salida al mar. Solo los guardias les saludaban, como una despedida por siempre.
En la oscura noche del 3 de mayo de 1945, dejó atrás una Alemania terminada por la guerra. Una Alemania destrozada y sangrienta. Lentamente, tomó un rumbo hacia el Oeste, por el Nord Ostsee Kanal, hasta Brusnsbuttel. Navegando a 12 nudos, al siguiente día llegó a la boca del Rió Elba.
Toda la noche viajó en la superficie. En la madrugada recibió un mensaje urgente, solo para el capitán, que lo descifró a través del Enigma. El día, con la costa Alemana a estribor, con las baterías cargadas al 100%, hizo una inmersión a profundidad de periscopio y navegó silencioso hacia la gran base naval de Willhelmshaven. Allá una lancha militar trajo a bordo una persona vestida en uniforme y con un largo abrigo de piel negro, sin insignias. El Capitán saludó y de inmediato dio sus órdenes para sumergimiento y la nave dio un rumbo de 70 grados para dirigirse al Mar del Norte y a su destino: Argentina.
En su orden de operaciones tenía previsto una parada de emergencia, en la costa Norte de Normandía, exactamente en la punta que todavía estaba en poder de los alemanes. Esta parada estaba prevista, solo si recibía un mensaje codificado en el transmisor UF. Este mensaje no llegó. Su rumbo siguió sin cambio hacia Argentina.
IV. Buenos Aires, Argentina
“La lucha de Hitler en la paz y en la guerra nos servirá de guía”, escribía Perón en un manifiesto al GOU, el 3 de mayo de 1943.
4 de junio de 1943: un golpe militar liderado por la GOU, pone a la cabeza del gobierno de Argentina a uno de sus miembros, el Coronel Juan Domingo Perón. Los contactos con los alemanes estaban redoblados: enviados argentinos tienen reuniones en Berlín con el Reichsführer-SS Heinrich Himmler.
En el mes de Septiembre de 1943, el Coronel Perón envió a su amigo, miembro del SD y colaborador germano-argentino, Osmar Hellmuth en una misión secreta a Berlín: declarar la lealtad de la GOU - Grupo de Oficiales Unidos, una junta de jóvenes coroneles argentinos comprometidos con los ideales fascistas del Führer y buscar financiamiento para la compra de armas y aviones. La preferencia de Perón y Argentina por el Eje y en especial por la Alemania Nazi, complicó las relaciones diplomáticas y económicas con las potencias anglo-sajonas. En este periodo, los estrategas argentinos creían en una victoria alemana en Europa.
Perón, llamó a Osmar para una entrevista. En su lujosa oficina, con grandes ventanales hacia la Avenida América, lo invitó a sentarse y tomar una taza de café. Era una tarde con mucho sol, de las muchas que hay en la capital, en el otoño. Sacó unas tarjetas de presentación con el logotipo de la GOU de color dorado. La cortó en dos partes: una se la entregó a Osmar, con su firma y la otra la conservó. Cuando terminó de beber el café, le mostró un folio de color amarillo, con más de 30 páginas, que contenía las especificaciones, las cantidades, tipo de armamento, uso y entrenamiento de los pertrechos militares, que los coroneles argentinos querían desde Berlín, como parte de un intercambio de buena voluntad. Hasta querían fundar una línea aérea neutra, para operar entre Buenos Aires y Madrid, toda mecanizada y mantenida por los alemanes.
El nuevo gobierno liderado por Perón y el pueblo de Argentina, serán casi 99.9% en pro de Alemania. Osmar tendrá un asistente diplomático, que transportará los documentos hasta Madrid, en su maleta que gozaba de inmunidad diplomática, sin ser abierta en la aduana.
En Madrid, agentes ingleses disfrazados, del Servicio de Inteligencia del Ejercito arrestaron a Osmar cuando abordaba el tren, camino a Berlín. Un menor impase, dentro de un gran esquema. Tenía con el solo la media tarjeta firmada. Las carpetas con los papeles llegarán seguro a Berlín, y los pedidos de Perón serán honrados por los nazis. Este era el principio de una estrecha relación entre Argentina y Alemania.
España sirvió de puente desde 1942 hasta 1944, para el transporte del armamento, artillería antiaérea y municiones alemanas “vendidas” a Argentina. El proyecto de la aerolínea neutral nunca se concretó. Pero la admiración argentina hacia la Alemania Nazi nunca bajó durante los gobiernos de Perón. Grandes criminales de guerra serán albergados en Argentina, después de la capitulación Alemana: Josef Mengele, Pierre Daye, Reinhard Spizy, Chales Lescat, Ludwig Lienhardt, Lugwig Freude, Klaus Barbie, Eichmann y su asistente Franz Stagl, Milán Stojadinovich.
Argentina era la cabeza de lanza de la ideología nazi en América del Sur. La cabeza de lanza para la penetración política y militar de Brasil, Chile, Paraguay y Bolivia. Los objetivos inmediatos de la política expansionista alemana. La franquicia argentina debía ser vendida a los otros países. Afortunadamente, esta experiencia sería solo argentina y la doctrina nazi nunca penetraría con fuerza el continente.
… Casi a dos años del envió del emisario personal de Perón a Berlín, como el último símbolo del poder militar nazi, el U-293 navegaba con su preciosa carga hacia Argentina. Un país amigo y fiel al nazismo, como una isla alemana en un mar enemigo.
Perón nunca sabrá, que de una manera u otra, será el depositario de la semilla del futuro Nazi.
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