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HEDIENGHELBERG

IMPRESIONES DE UN MUSEO

The U.S. Holocaust Memorial Museum of Washington DC


Hace varias semanas leí en un diario de Caracas acerca de la inauguración de la Biblioteca Subterránea de Berlín, construida bajo un proyecto del artista israelí Micha Ullman, en el mismo lugar donde en el fatídico año 1933 AD, los estudiantes alemanes, actuando después del discurso por radio del entonces ministro de Propaganda y de siniestro nombre, Frederick Goebbels, quemaron los libros de los más auténticos escritores de la época y de la cultura moderna.

 

            Pero lo que más me atrajo la atención fue la coincidencia de la inscripción en la placa que marca este triste lugar, escrita por el poeta Heinrich Heine: “Donde se queman los libros al final se queman también los seres humanos”

 

          La misma inscripción que aparece en el piso 4 del nuevo moderno, impresionante y triste Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos.

 

 De esta vista al museo quiero dejar constancia de las cosas más interesantes:  

         Entrando en el museo te entregan un pasaporte que es la identificación y la historia de una víctima real del Holocausto y que te acompañan a través del recorrido: a mí me tocó el número 15516321, la de Moshe Goldberg (z”l), un comerciante de madera de Odessa. Un hombre de familia, casado con tres hijos en las manos de las tropas SS, por el simple motivo de ser judío (el otro museo es el Yad Vashem, en Jerusalén), empieza en el piso 4 del edificio con historia de la vida antes del Holocausto, narrando todos los episodios; documenta los factores que han contribuido y han participado en los eventos de una Europa sin equilibrio social y político después de la primera gran guerra, así como los primeros momentos de la aparición del Partido Nacional Socialista Alemán (el partido nazi, que empezó con 50 miembros...). Hasta la derrota alemana en la II Guerra Mundial y el período de los años hasta 1945, poniendo en evidencia el trágico destino de los seis millones de judíos asesinados y de los otros 23 millones de víctimas inocentes, que fue la gran locura de esta guerra.

En cada piso hay computadoras y televisores con “touch screen” en que se pueden ver, consultar, escuchar y chequear los eventos del piso visitado, con documentos de archivos militares, películas fotos y videos producidos en especial para el Museo, que normalmente no estaban al alcance del público en general. Puse énfasis en ver cuál fue la actitud de la mayoría de los países involucrados en la guerra, con respecto al problema de los refugiados y emigrantes judíos. Me impresionó que después de la conferencia de Evian, en 1938, había sólo dos países que aceptaron emigrantes: Costa Rica y Holanda; los demás alegaban problemas sociales internos, crisis económica, miedo a la influencia alemana, o sencillamente ignoraban la seriedad de la situación peligrosa en la cual se encontraba la minoría de origen judío de Alemania y de los territorios y los países bajo su esfera de influencia política y militar, y que después del 1° de septiembre de 1939 (la invasión de Polonia y la fecha inicial oficial del comienzo de la II Guerra Mundial), fueron conquistados por el Wehrmacht alemán.

 

      Vi la historia de los barcos Milwaukee y San Louis, que zarparon de Bélgica con los últimos refugiados con visas vigentes para América, en julio-agosto de 1939, con destino a Cuba y que fueron rechazados en la entrada de La Habana. Después de semanas en el barco, suicidios, angustia y desesperación, regresaron a una Bélgica ya ocupada u a un último destino: (Osviecim, Polonia) Auschwitz el nombre oficial SS – Vernichtunslager Auschwitz: Campo de Exterminación, y que se transformó en las más formidable fábrica de tragedias humanas de la historia universal. Léase muerte en las cámaras de gas o un tiro en la nuca.

 

     Vi como un papel con un sello significaba la vida o la muerte: una visa de salida de Alemania o Austria (o Polonia; Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia...) y que tan pocos países que ahora se erigen como defensor de la libertad, comercio sin fronteras, respeto a los derechos humanos, etcétera.

 

    Para los habitantes de un país como Venezuela es difícil pensar que algo semejante y tan sencillo como en un sello en un pasaporte significaba vida.

 

    Vi en el museo cómo se empezó la construcción del complejo de campos de concentración en Auschwitz I y Auschwitz II (donde se estima que 10.000 asesinatos diarios era una cifra conservadora para la capacidad del Vernichtun slager Auschwitz II), a pocos kilómetros de otro famoso campo: Bierkenau, cerca de lo que era un cruce importante de trenes y carreteras este-oeste, el Ostbahn, que como algo paralógico nunca fue bombardeado por los aliados, cosa que hubiera podido hacer más lento el envío de trenes con deportados hacia el mismo destino: la muerte.

 

     Entre tantos bombardeos fracasados, como fueron los de Ploiesti, Rumania, en 1943 y 1944, en que se perdieron más de 50% de los aviones y de las tripulaciones (lo daños en la refinería de Pliesti y Prahova fueron reparados por los alemanes en menos de 2 semanas...) se pudo haber bombardeado la estación de trenes de Auschwitz I y II, entre 1939 y 1945...

 

    La historia de los campos de exterminio y de todas las Aktion de los SS es tan irreal en términos morales que uno se pregunta y no se puede responder cómo en el medio de una desesperada guerra, el nacionalsocialismo alemán podía dedicar miles de hombres, los recursos de valiosas vías férreas un enorme volumen de espacio de carga, técnicas costosas de ingeniería, un margen fatal de los I y D científicos, una fantástica máquina burocrática, arsenales enteros de armas automáticas, cantidades sin límites de municiones, materias primas estratégicas ,toda una infraestructura para un propósito que no tenía ningún valor militar o económico, y sólo para satisfacer un motivo psicológico y propagandístico.

 

     Vi cómo los rusos avanzaron más rápido en el frente militar del este  y llegaron a salvar más vidas en Auschwitz, Sorbibor, Belzec, Chelmo, Birkenau, Treblinka, Plaszow, que entre los otros cambios de concentración cerca de la zona de operaciones militares del oeste.

 

    Entre el tercer piso y el segundo piso sientes el olor de los miles de zapatos que las víctimas entregaban antes de ir a las cámaras de gas... Es el momento en el cual puedes casi tocar y mezclarte con este momento histórico, tocarlo, visualizarlo y sentirlo con toda de la fuerza de las cosas reales...

 

    En los vidrios de todos los pasillos están grabados los nombres de las ciudades de donde fueron evacuados judíos, polacos, alemanes, rusos, yugoslavos, franceses, holandeses... víctimas con nombres y apellidos de los campos de concentración de Polonia, Alemania, Hungría, Austria...

 

     Entre las partes interesantes e inéditas está la pared – Wall of Remenberance- con las fotos y los relatos de aquellas “personas que arriesgaron sus vidas” para salvar otras vidas humanas. Juntos y gracias a sus acciones, debido a los cargos específicos –embajadores, cónsules, industriales, o simplemente, por solidaridad humana-, pudieron salvar más vidas que muchos países que otorgaron un porcentaje ínfimo de visas (comparado con el inmenso número de las víctimas).

 

      Ahí están también (Herr Direktor) Oskar Schindler (One of The Righteous People), el Sudetendeutsch, el que salvó más vidas judías de las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau que ninguna otra persona durante la II Guerra Mundial... y muchos otros: y como dice un verso talmúdico: “Aquel que salva una vida, salva el mundo entero”.

 

     Visitar el Museo es una experiencia única: triste e impresionante. Sólo mayores de 16 años son admitidos. Los voluntarios que trabajan en el Museo tienen de una manera u otra una conexión con las tragedias que pasaron hace medio siglo en la “civilizada” Europa.

 

      Cómo pudo el poeta Heine ser tan actual e introspectivo con respecto a su pueblo, una de las más  “estructuradas y cultas” sociedades de la vieja Europa, cuna de la civilización que todos conocemos e intentamos copiar, cien años antes que se cometieran atrocidades de tal magnitud y que están grabados en las enciclopedias del mundo como el período más violento, oscuro y trágico de la historia escrita de la humanidad. 

 

     Escribí estos párrafos por la impresión que me causó la advertencia de Heinrich Heine, por las impresiones que sentí visitando el Museo del Holocausto de Estados Unidos y por las grandes tragedias, genocidios y pérdida de vidas que hay todavía en el mundo en que vivimos.

 

Nota: Qué conclusiones debemos tomar del atentado terrorista con una bomba colocada por los neonazi en un edificio federal en Oklahoma City, con un saldo superior a 150 muertos y mas de 400 heridos? ¿Qué ejemplo más apocalíptico que la matanza de los humus por parte del ejército tutsi, vencedor en la contienda civil Ruanda, en el campo de refugiados de Kobeho, con un saldo de 8.000 muertos? Y todo esto por espacio de dos semanas, en el año 1995.         

 

HEDI ENGHELBERG

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Publicado en el EL Universal,  Caracas / Venezuela, 1995

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