Capítulo 8
El
escape
Aprovechan de los favores de la suerte,
porque son pasajeras.
Tengan miedo que ella puede cambiar:
Es solo una mujer.
Napoleón
I.
La
situación general
Frentes
de guerra este, verano 1944
Hitler se
estaba recuperando del atentado en su contra del 20 de junio. La invasión
Aliada se presentó victoriosa y la pérdida de Francia y Bélgica era inminente.
La
ofensiva de verano soviética empezó el 10 de junio de 1944. El Ejército Rojo
estaba en la frontera este de Prusia, emboscaron 50 divisiones alemanas en la
región Báltica y penetraron Vyborg en Finlandia.
La
situación más desesperada estaba en el sector centro. El ejército grupo centro
estaba destrozado y los rusos avanzaron
467 kilómetros en sólo 6 semanas, hasta Vistula, enfrente de Varsovia.
El 26 de
agosto Bulgaria se retiró de la guerra y los alemanes empezaron a desocupar
rápidamente el país. Al final de agosto, los alemanes perdieron casi todos los tanques, artillería y
camiones en el frente oeste. El ejército alemán perdió casi 500.000 soldados,
la mayoría de ellos prisioneros. Muy poco quedo con que defender a la
Fatherland.
El frente de guerra Este
Sector Sur
Sector
Rumania-Moldava
Si consideramos la totalidad de los frentes y batallas de las Guerra, el mayor teatro de acción fue el frente Este entre Alemania y Rusia desde 1941 hasta el final del Reich y la ocupación de Berlín.
En el Sur-Este, en 1944, Hitler y Antonescu deciden la continuación de las hostilidades con los soviéticos. Una operación sin precedentes esta en marcha para la consolidación de las líneas rumanas y alemanes entre Straja, en el Norte, Iasi en el centro y el Mar Negro, en el Sur.
Desde 25
de junio el comandante del sector era
el general Hans Friessner, que a su lado tenia dos grupos de ejércitos: A - grupo Wohler,
compuesto por 8-vo el Ejercito alemán del general Otto Wehler y el 4 Ejercito
rumano del general I. Avramesco, con unidades de reserva y XVII Cuerpo alemán
que accionaba independiente en el sector Straja y Cornesti ; B – grupo
Dumitrescu, con el 3 Ejercito rumano del general Petre Dumitrescu y el 6-to
Ejercito alemán del general Fretter-Pico y unidades de reserva, en sector
Cornesti y el Mar Negro.
En total el
Grupo de ejércitos Ucrania Sur, tenia en 20 de agosto de 1944, 47 divisiones,
21 rumanas y 26 alemanas, de los cuales 3 divisiones de tanques, una división
blindada y 5 brigadas rumanas. En total 643.000 soldados. En técnica de guerra
el grupo Friessner tenia 404 tanques, 7.618 cañones y 810 aviones. Entre abril
y agosto de 1944 los alemanes se aseguraron de reforzar el sector entre el río Prut y los Carpatos.
Unidades del 4-to Ejercito Rumano eran
intercaladas entre unidades del 8-vo Ejercito Aleman, organizadas en un
profundo campo de defensa de dos u tres líneas. En la retaguardia, en la
linea Casin – Focsani – Namoloasa – Braila, grandes obras de ingeniería militar fueron ejecutadas por
combinaciones de unidades rumanas, alemanes y
prisioneros judíos de los campos de trabajos forzados y unidades judías
CFR. El campo de trabajo de Moisés estaba entre las líneas rumano-alemanas y
las rusas.
Línea
de casamatas - búnkers en el frente este, sector rumano,
construidos
con prisioneros judíos de los destacamentos de CFR. 1943-1944
Dos
oficiales, uno rumano y uno alemán inspeccionan la defensa antitanque y
antipersonal
Las
líneas de defensas y los trabajos de ingeniería fueron consideradas
impenetrables para los medios militares del año1944. Debían parrar, en teoría y
practica, el inminente ataque ruso al corazón económico y petrolero de Rumania.
Los rusos
estaban organizados en dos frentes, el Frente 2 Ucrania comandado por el
general Malinovsky y el Frente 3 Ucrania comandado por el general Tolbujin. Tienen
90 divisiones, de los cuales 3 de caballería, 6 cuerpos de tanques y
motos y dos brigadas de infantería marina, con un total de 929.000 soldados. En
equipos los soviéticos ensamblaron frente a los rumanos y alemanes un
impresionante arsenal: 16.079 cañones de pequeño y grande calibre, 1.404
tanques T 34 y 1.759 aviones. Los rusos dedicaron una especial atención a la
ala sur del frente Este, que
representaba el sector Straja – norte Iasi – el Mar Negro. Las
concentraciones de tropas empezaron en abril 1944 y se terminaron el 20 de
agosto de 1944.
El orden
de ataque conjunto de los Frente 2 y 3 fue emitida desde el Comando Supremo de
Moscú para 2 de agosto, pero fue cambiada por razones de logística para 20 de
agosto.
Para los
dos bandos era muy clara la situación del frente Chisinov - Iasi.
Reconocimiento aéreo alemán descubre grandes concentraciones de fuerzas rusas
al principio de agosto. Información de inteligencia llega al despacho del
general Antonescu, que intuye que la “tempestad” esta por comenzar al principio
de agosto. Una ley de movilización general rumana, redactada por Mihai
Antonescu, a las insistencias de Hitler, desde febrero 1944, debía entrar en
vigor en agosto, después de su visita al Fuhrer, en Rastemburg en 5-6 de
agosto. Hitler estaba convencido que tiene en el general Ion Antonescu un
fuerte y sincero aliado.
Los
alemanes prevén que no podrán resistir al ataque ruso y el grupo Wohler
establece planes y puntos de retroceso
por los Carpatos. Unidades de avanzada rumanas señalan que la ofensiva rusa
puede empezar en cualquier día, a partir de 16 de agosto en el sector Tirgu
Frumos - Iasi. Los alemanes y los rumanos esta mas conscientes que nunca de la
fecha del comienzo de las maniobras rusas, con el principal golpe en el sector
entre los ríos Prut y Siret.
De este
sector, empiezan a retirar, hacia retaguardia, una parte del material bélico
alemán, unidades de elites e increíble, a los prisioneros judíos de los campos
de trabajos forzados que construyeron las defensas antitanques del frente. La
unidad de trabajo de Moisés estaba ahorra embarcada en trenes y convoy
militares alemanes, en una discreta retirada, que debía dejar a los rumanos al
descubierto, recibiendo solos el golpe del ataque ruso.
Las líneas de defensa rumano-alemanas estaban en el territorio moldavo, de regreso, en el mismo lugar de donde, en junio 1941 la invasión empezó. La diferencia era solo varios millones de muertos y una inimaginable destrucción material. Todo lo conquistado al principio estaba ya perdido. Los nazis no querían quedarse rodeados, con la mira en la tragedia de Stalingrado, todavía una herida viva. Se necesitaban más soldados instruidos, más tanques y aviones, más gasolina, más artillería para poder parar a los soviéticos. Rusia tenia siete millones de soldados, que llegaban como conscriptos de todas las repúblicas soviéticas. De una población de más de 200 millones de habitantes. Su industria, fuera del alcance de la Luftwaffe, la aviación de guerra alemana, estaba produciendo más tanques, más aviones, más piezas de artillería, más katiusha, más camiones, más transportadores blindados, que los alemanes. No con la misma calidad bélica alemana, pero, en esta guerra, la cantidad fue decisiva. La logística rusa era superior a la alemana: más tanques, más soldados, más de todo. Tenían también mucha gasolina. En el lado del espíritu de los soldados, los rusos, ya conscientes de las tragedias de sus familiares, estaban decididos a vengar todas las víctimas. Stalin estaba dispuesto a enviar a sus soldados hasta Berlín, sin importar las pérdidas. Hitler debía morir. La guerra, para los alemanes, estaba perdida. Era sólo cuestión de tiempo. ¿Cuánto tiempo lo podrían prolongar y que más sufrimientos podrían causar?
La insurrección rumana
Bucharest, 23 de agosto 1944
Debemos
mencionar que al principio del mes de agosto de 1943, el Mariscal Antonescu se
dio cuenta de la gravedad de la situación militar y social rumana. La única
salida honrada que le quedaba a su gobierno era una paz separada con los
Aliados. En la Primera Guerra Mundial, Rumania aliada del Occidente, de Francia
y Inglaterra pudo reincorporar, como vencedora, al territorio de Transilvania.
Otra carta que tenia para jugar, era la “cuestión judía”. A través de su embajador en Berna, intento
de establecer contacto para “vender” a 60.000 judíos. El contacto en si fue
establecido con canales pertenecientes al Ministerio de Exteriores británico y americano. Pero otra vez los
Aliados se mostraron inflexibles ante
la suerte de los judíos y negaron tanto la salida condicionada de Rumania de la
guerra y la salvación de alguna porción de la minoría judía; mas bien dicho de
los restos que antes era una de las más grandes y prosperas comunidades del Este.
Antes la negativa de los Aliados, al Mariscal le queda solo la peor
solución: seguir al lado de Hitler y rogar al Dios para algún milagro que podía
pasar en el frente moldavo, ya sujeto a grandes concentraciones de tropas y equipos soviéticos, antes una inminente
ofensiva.
Podemos
pensar que la salida de Rumania de la guerra en 1943, podía privar a Hitler de
la única fuente de petroleo mineral que provenía de Europa y podía cortar
significativa la duración del conflicto con la consecuente salvación de
millones de vidas humanas. La conclusión es muy importante de tomar en cuenta,
porque la guerra, en su esencia se desarrollo alrededor del concepto de
captación de las fuentes de petroleo y materias primas del Este. La falta del
combustible para los equipos bélicos alemanes fue en muchas instancias, la
determinante del éxito de los Aliados en importantes batallas.
En el
lado político, al principio de julio 1944, la situación geopolítica del país
era tan grave, que abiertamente se oían rumores de que la única salvación de
Rumania era salirse de la alianza con los alemanes y cambiar de bando: luchar
del lado norteamericano, francés, inglés y ruso. Los soldados alemanes estaban
controlando puntos claves en Rumania, desde Moldavia hasta los Cárpatos,
Bucarest, Ploiesti, Constantza y Timisoara. Era una decisión difícil de tomar.
El contingente alemán era superior a 650.000 soldados y oficiales. Las
instalaciones petroleras rumanas de
Ploiesti fueron dotadas con las mejores defensas de la Segunda Guerra. Mantener
fluyendo al petróleo rumano, tan vital para el esfuerzo de guerra nazi, era una
necesidad primordial. La gasolina
artificial producida en Alemania, debido a los bombardeos Aliados, era
producida en cantidades insuficientes para mantener en marcha a los ”motores”
alemanes.
No totalmente absorbidas por las noticias militares, el gobierno de Antonescu sé da cuenta de la alarmante situación interior: las masas están descontentas de la situación material, de las perdidas en la guerra, de las penurias de alimentos e insisten en poner fin y salirse de la guerra. El barómetro de la tensión popular rumana estaba marcado por el movimiento de los obreros y mineros de Valea Jiului, el corazón de la industria pesada de Rumania, que estaban cerca de una revuelta. En él ejercito, un informe confidencial de 25 de junio mencionaba que ”la mayoría de los comandantes de regimientos rumanos no pueden contar con sus unidades”. La Seguridad Interna mencionaba en sus informes que “la ira del pueblo hacia el régimen militar y la guerra crece cada día”. El Servicio Especial de Información conducido por Eugen Cristescu estaba totalmente incompetente por prevenir una eventual revolución popular. Cuando Frank Friessner, estaba en Bucarest, fue informado por el embajador alemán de la situación interna rumana. Salió de la capital hacia su Estado Mayor en las montañas carpaticas, a Slanic Moldova, con la convicción que la situación era seria, pero que el mariscal Antonescu lo podía dominar.
En este tiempo negociaciones entre diversas fuerzas nacionales se conglomeraban en un Bloque Nacional Democrático, con representantes del ejercito y del Palacio. El problema mas debatido era la constitución y la designación de los ministerios de un nuevo gobierno que debía suceder al de Antonescu. El 17-18 de agosto en una reunión secreta en el Palacio de la Calea Victoriei, Iului Maniu, Dinu Bratianu, Titel Petrescu y Lucretiu Petescanu se pusieron de acuerdo con el Palacio en una solución de gobierno, bajo el mando de Maniu, que debía presentarlo para el 23 de agosto. Negociaciones paralelas estaban en curso con los altos mandos militares para una coordinación, bajo medidas de ultra secretos, fuera de los ojos de los informantes del gobierno de Antonescu. Los servicios de información daban reportes de varias reunión de las fuerzas democráticas y su deseo de una paz separada con la Naciones Unidas. Las unidades militares rumanas no eran seguras a solo días del inminente ataque ruso. Así fueron informados los mandos del Wehrmacht, Himmler y el embajador alemán en Bucarest. Planes de contingencia fueron tomados por los alemanes: la intercalación de las unidades rumanas con unidades alemanes y la captura de los depósitos de municiones y combustible, en caso de defección de los rumanos. Los alemanes reportaban la actitud “muy reservada” de los oficiales y las autoridades rumanas. Se hablaba hasta de un pacto de los rumanos con los rusos.
Sobre este telón, el 20 de agosto empieza la ofensiva rusa en la línea Iasi-Chisinev. Desde este momento los acontecimientos militares y los preparativos para él puch del Palacio estaban en desarrollos paralelos. Durante las reuniones secretas en el Palacio, en las noches de 20-21 y 21-22, se fijo la fecha inicial del golpe de estado para el 26 de agosto. Dos factores han precipitado los eventos: la agonía de la dictadura y los revés del frente de guerra, en especial en el vector Iasi-Chisinev bajo la presión de los ejércitos de los Frentes Ucrania 2 y 3, uno influenciando en el otro. El avance ruso era más rápido que sé penso. El frente cedió bajo esta inmensa presión y por la falta de determinación de luchar. Los alemanes rompieron el contacto con los rusos y se retiraron en la línea de defensa de los Carpatos Oriental rumanos, donde aglomeraron muchos equipos de guerra, artillería pesada, municiones y controlaban totalmente los pasos montañosos, pensando a transformar a la Moldavia rumana en otro Monte Casino. El momento llego por la noche del 23 de agosto. Bajo el pretexto de analizar la situación del frente de guerra, el rey Mihail, llama a Antonescu al Palacio. Con la participación de varios oficiales rumanos, son arrestados sucesivamente el Mariscal Antonescu, los generales C. Pantazi, C. Paky Vasiliu y el coronel Mircea Elefterescu. El Rey toma los poderes ejecutivos. A las 06.00 p.m. el código Pajura que significaba la toma de posición de las tropas rumanas de Bucarest asignadas al Alto Mando Militar de la Capital. La 06.30 p.m. un nuevo código “Stejar, extrema urgenta” deja libre el camino de los soldados rumanos a tomar por asalto a la capital. A las 08.00 p.m. las tropas rumanas que defendían las refinerías de petróleo de Ploiesti y de Valea Prahovei entra en su dispositivo de guerra. El alto decreto del Rey, numero, 169 designa al general Sanatescu como nuevo jefe de gobierno. Las tropas alemanas tiene solo 48 horas para salir del territorio nacional. Varios batallones de sacrificio quedan en la retaguardia, para defender la retirada ya hacen contacto con las tropas rumanas, y en algunos puntos del frente Oeste, con las tropas rusas.
En
represalia, Bucharest, es bombardeada por doce viejos aviones Stukas,
estacionados en el aeropuerto militar de Otopeni. Después del bombardeo (dos
pases que causaron daños considerables y varios muertos), los Stuka volaron a Hungría. Horthy, el unico aliado
importante que les quedaba a Hitler en el Este del continente, estaba en el
poder, pero no por mucho tiempo. En
Bucarest, los pocos soldados y oficiales nazi, junto a la delegación económica
alemana de la capital, son arrestados. Pero
una violenta reacción de los alemanes en otras partes de Rumania, en
especial en Transilvania, se hizo sentir, donde las luchas continuaron por un par de meses.
Entre el 23 y 31 de agosto de 1944, él ejercito rumano liquido las pocas fuerzas alemanas que la retirada del grueso del Wehrmacht los dejo atrás como retaguardia y tropas de sacrificio. Él ejercito rumano forzó la salida de la mayoría de las fuerzas alemanas hacia Hungría y Polonia. El 25 de octubre los rumanos liberan totalmente el territorio de Transilvania Norte de tropas alemanes y húngaras. Aliados ahora con los rusos, los rumanos van a luchar en Hungría, Budapest, Polonia, Austria, Alemania, y llegaran inclusive hasta las puertas de Berlín. De un total superior a un medio millón de soldados, mas de 100.000 serán muertos y heridos en los siguientes meses de la guerra.
05:30 a.m.
En Bacau,
los trabajadores de la CFR sabían de los profundos cambios políticos y
militares que ocurrían a 350 kilómetros al sur, en la Capital. Entre ellos
había mucha infiltración del Partido Comunista Rumano, aliado con Moscú. Las
noticias de los eventos de la noche entre el 22 y el 23 llegaron rápidas a
Bacau tanto a través de la gente que venia de la capital como a través del
radio. Intentaron ayudar y a veces los hacían con éxito. En ente lado, las
tropas alemanas estaba todavía al mando. La mayoría de los “saboteadores”
rumanos eran trabajadores de la CFR. Sabiendo el destino de este tren, según su
manifiesto de carga, empezaron a dilatar su salida de la estación: primero lo
remolcaron hacia una línea secundaria, rampa 7, estaba lejos de la estación
central y mal iluminada. Era destinada
al transporte de mercancías menos importantes: arena, madera, carbón. Y
nosotros éramos una carga de segunda
calidad.
El 23
agosto de 1944 a las 05:30 a.m., el maestre de la estación de Bacau recibe una
carpeta con 5 páginas, órdenes de transportes, escritas a máquina con sus
respectivas copias de los télex, arreglados en orden de importancia.
Su oficina
estaba en el edificio central, en el cuarto piso, en algo que se puede comparar
con una torre de control de un aeropuerto. Desde sus ventanas panorámicas se
veía toda la estación. Al lado suyo se encuentra el cajetín principal,
eléctrico y mecánico que puede cambiar todas
las conexiones entre los rieles y sus respectivos semáforos. Al lado
está un armario de metal, con las llaves de los depósitos. Otra hilera con las
llaves de los frenos de línea, un tipo de candado que bloqueaba la línea
férrea. Varios teléfonos de manivela, que lo conectaban con los talleres
mecánicos, depósitos, los puntos de control y con los manejadores de semáforos.
Un teléfono negro de campaña lo conectaba con el OKW Bacau. Su oficina es el
punto neurálgico de la estación.
Nacido en
la ciudad en 1907, el año de la gran revuelta de los campesinos rumanos, venía
de una familia de trabajadores CFR. Empezó como ayudante supervisor e hizo su
ascenso hasta llegar a ser maestro de estación. No era comunista pero
simpatizaba con ellos. Odiaba a los nazis.
Desde la
madrugada de ayer todo el mundo estaba nervioso. Fue un día agitado y con todo
tipo de rumores: se hablaba de un golpe de estado en Bucarest, y que el Gobierno
de Antonescu iba a caer. Como el Acelerado 512 de Bucarest debía llegar a las
09.45 a.m., seguro que tendrían más noticias de la situación en la
capital. En la radio, se podía escuchar
sólo música sinfónica, signo de que algo estaba por suceder. Por otro lado, la
realidad era diferente: la estación estaba repleta de tropas alemanas. Se veían
a los policías militares en control. Durante la madrugada varios trenes de
tropas de la Comandancia Militar alemana fueron despachados a Iasi, donde la
última línea de defensa establecida estaba en graves problemas. Todos tenían
miedo de los rusos, y se pensaba que más tarde o temprano, iban a llegar a la ciudad. La posición a
tomar por los rumanos que trabajaban junto con los alemanes y en especial los
trabajadores de la CFR era difícil de definir. Cualquier problema se podía
considerar como provocación y la reacción de los nazis podía ser rápida y
total. Ejecuciones en el momento. Debido a la tensión y a la incertidumbre era
un buen momento para algún acto de sabotaje.
Los
manifiestos y los documentos de carga de los trenes eran unas guías que
describían la carga, el origen y el destino, la ruta y las paradas, vías
alternas, el tipo de vagones, número de unidades, tipo de locomotora, número de
trabajadores que estaban asignados al transporte, estaban sobre la mesa del
Maestro rumano de la estación, que iniciaba el documento. Debían ser revisados
por el jefe alemán, que se transformaba entonces en una orden de transporte. La
misma era enviada, vía telégrafo a las estaciones por donde el convoy debía pasar, se le asignaba un número o un
grado de prioridad. Como la mayoría de las líneas eran simples, existía tráfico
de alta prioridad, tráfico comercial de personas y de mercancías. El tráfico
militar alemán y rumano tenía alta prioridad.
Inexplicable de un punto de vista logístico del esfuerzo bélico alemán
(pero la guerra no tiene ninguna lógica) los transportes de prisioneros hacia
los campos de extermino, manejados desde Berlín por Himmler y Eichmann, tenían
la más alta prioridad, inclusive sobre
los transportes militares.
En la primera orden de
transporte que Ion Jalba recibió, estaba la ruta trazada de un convoy con alta
prioridad, que debía originarse en Bacau, pero con vagones que llegaban desde
el frente, vía Sascut. No transportaba municiones, tropas tanques o artillería.
No transportaba tropas para el frente. Ni alguna arma secreta que podía cambiar
el destino de la guerra. En todo este caos, el orden estaba muy preciso en sus indicaciones de cómo se debía manejar el transporte AZ 191: una nueva y
potente locomotora, preferiblemente parcialmente blindada, llena de agua,
aceites, carbón. Un vagón especial debía ser asignado al transporte para
albergar un pelotón de policías militares alemanes, 24 soldados, 3 suboficiales
y dos oficiales. Ellos formaban la guardia de la preciosa carga. Raciones de
comida para 3 días para los soldados. Revisión técnica del convoy. Llegando desde el frente, el tren debía
cambiar la locomotora, cargar a los soldados y seguir de inmediato la ruta:
Bacau, Roman, Suceava, pase de frontera, Bucovina, Oesbahn hacia Polonia
(Gobierno General) con destino final: Aushwitz y alternativo a Birkenau.
En la rúbrica que describía la carga estaba escrito: 1.913 prisioneros judíos. Él sabia qué significaba este destino, porque los rumores circulan con rapidez en una empresa de transportes. Ion Jalba vio muchos manifiestos de carga desde 1941. Muchos de los trenes con Judíos llegaban de TranasNistria (TransDniester). El día se anunciaba caluroso y largo. También estaba muy incierto. De su punto de vista debía chequear los rumores que venían desde la capital. Debía tomar medidas para que la reacción alemana no se transformara en una matanza de sus trabajadores.
Podía
retardar la salida del tren AZ 191 con cosas técnicas. También esperaba la
llegada de los otros trenes que debían componer este gran transporte. A lo
mejor los alemanes saldrían de la ciudad antes y olvidarían el asunto. Desde la 08,30 p.m. las estaciones centrales de radio, Radio
Rumania y Radio Bucarest empezaron anunciar, a cortos intervalos que un
importante comunicado para el país será emitido en corto tiempo. Tanto los
rumanos como los alemanes estaban alertos.
La entrada de un oficial alemán
repentinamente lo abstrajo de estos pensamientos. Tenía en su mano un
documento. Era una copia de la orden y
manifiesto de transporte. Siempre las
documentos llegaban por duplicado: una a la estación de trenes y una al comando
alemán. No sólo, explicaba y demandaba el capitán, que el convoy AZ 191 debía
salir a tiempo y de inmediato, sino que debía tener otros cinco vagones para
transportar tropas. Él sería el encargado y el responsable personal si el tren
no salía a la hora. Con dos soldados atrás portando pistolas automáticas y el
oficial del SS apostado a su frente, el
plan de Ion Jalba de retardar la salida, no se podía poner en marcha. El
capitán dejó a sus dos ayudantes armados en la oficina y salió con Jalba. En el
camino Jalba pensaba que podía hacer solo una cosa: hablar con los revisores
del tren para que les dijeran a los prisioneros, cuál era la situación política
en Bucarest y para qué intentaban de una manera u otra el escapar antes de
salir del territorio rumano. Peligrosa tarea, pero no imposible. Debía ser
hecha antes del acoplamiento de los vagones con prisioneros judíos y de los
vagones con los soldados alemanes. De inmediato…
A las 10.12 PM Radio Rumania y Radio
Bucarest emiten los textos de la declaración del Rey hacia el país, de la
declaración del nuevo gobierno provisorio y de las primeras medidas del
gabinete del general Sanatescu:
“El
gobierno del mariscal Antonescu esta eliminado, Rumania rompe las relaciones
con Alemania Nazi, se retira de la guerra al lado del Axis, solicita un
armisticio antes las Naciones Unidas y
para la liberación de todo el territorio rumano, el ejercito y las fuerzas
vivas del país lucharan al lado de los Aliados”. Un fragmento de la
declaración atrae la atención: “Hoy la
dictadura fue eliminada. El Pueblo entra en sus derechos. El nuevo régimen y
orden político será uno democrático en el cual las libertades publicas y los
derechos ciudadanos serán garantizados
y respetados”.
Moisés y sus compañeros del quinto
vagón de carga no oyen este mensaje. Tampoco saben del orden operativo no.1 del Estado Mayor rumano y
firmado por el general Georghe Mihail, hacia todas las grandes unidades
militares rumanas: “El ejercito rumano
cesa de luchar al lado del ejercito alemán, para obtener la paz con la Naciones
Unidas y la liberación de la Transilvania de norte”.
Durante el día no le asignaron ninguna locomotora. Sólo cuando el guardia del tren reclamó la tardanza al intendente alemán de la estación, mostrando sus papeles de prioridad, y bajo la amenaza de muerte, el maestro rumano le asigna una vieja locomotora, que empezó, muy lento al principio, bajo su aureola de humo y vapor a moverse hacia el largo convoy de vagones inmóviles, en la rampa auxiliar 3. Era la única en condición de transporte, pero sin blindaje auxiliar. Todos los otros trenes hacia Bacau fueron interceptados por soldados rumanos y parados en Bucarest.
Veinte minutos antes del anuncio del Rey, con ruidos y varios zbangs atrás y adelante, una locomotora toma su posición a la cabeza de los treinta vagones de carga. Cuando el transporte estaba listo, con más de 12 horas de retraso, la noche empieza caer. Pasamos todo el día sin comida y sin agua. Pero esto no es la cosa más importante. Conozco bien la estación, en la cual pasé varias semanas limpiando nieve, en 1941. Creo que ya llegó la hora.
La ironía de la suerte combinada con la meticulosidad alemana: cada tren debía ser revisado técnicamente. Tenían miedo de que algo pudiera pasar en el camino, algún accidente en el cuál pudiéramos morir antes de tiempo o por alguna herida. Nuestro destino estaba escrito. Algún burócrata de la oficina OKW de Berlín decidió donde debíamos morir. En el campo A o B. La maquinaria se ponía en marcha. Ellos, los alemanes, debían hacer todo desde el punto de vista técnico para que la carga llegara bien. La carga debe llegar para ser destrozada en Auschwitz. ¡Que ironía por parte de la suerte y que estupidez por parte de los alemanes!
Un tren de prisioneros judíos en camino hacia algún campo de
concentración, circa 1943
Muy parecido al tren y al vagón
de Moisés y del tren AZ 191,
Agosto, 1944
Los dos revisores rumanos, andaban a
sus anchas, chequeando los frenos metálicos de los vagones de carga con sus
martillos de largos mangos de madera. Poc, poc para cada ruda, probar que el
freno no esta pegado a la rueda. Pasando por el frente de la puerta del vagón
se comunicaban a baja voz con los
prisioneros: ¡Este tren se va Aushwitz... intenten escapar... intenten escapar
antes que salen de Rumania! Intenten a escapar se oía su voz más baja y más
lejos... a la medida que se alejaba de nosotros.
Moisés:
Pasamos todo el día
intentando anticipar la situación. La ventana del vagón, casi llena con alambre
de púas, daba hacia el lado Sur de la estación, a un terreno vacío, al lado de
los campos militares. No teníamos vista hacia la estación, así que no podíamos
saber qué estaba pasando. El único evento más importante eran unas explosiones
y seguido de un humo negro, con olor a carne quemada, que venía en dirección
del Arsenal Militar. Algo estaba pasando allá. Algo malo.
Había mucho calor. Yo no
estaba dormido. Varios lo estaban. Era la mejor manera de matar el hambre y la
sed. Tenía miedo y hambre, más sed que hambre... estaba hablando con dos
compañeros de la situación en que estábamos. Hacíamos planes... oí las palabras
en voz baja de los trabajadores CFR, cuando llegaron a revisar los frenos de mi
vagón de carga... desde este instante yo sabía que el momento esperado por más
de tres años, había llegado: ahora debía intentar escapar...
El plan era sencillo y el
único que podía funcionar: tenía conmigo una pequeña navaja, me la dio otro
prisionero, a cambio de mi abrigo (lo cambie en mayo 1944, meses atrás, con la
idea de tener alguna arma de defensa, para él ultimo momento). Nadie sabía de
ella y era la más importante posesión que tenía. Con ella debíamos empezar a
cortar una madera del fondo del vagón y escapar por allá. Por la ventanilla no se podía, por ser altas
y cerradas con alambre de púas. La puerta principal estaba cerrada con un
candado, desde la estación Sascut, de donde salimos ayer en la noche.
“Vamos a escapar. Creo que es la única oportunidad” le dije a mis compañeros. Cada uno empezó a exponer sus puntos de vista. Pensaban que sería otro transporte más, a otro campo de trabajo. No creían que el tren llegara a Auschwitz.
Yo empiezo de inmediato a
poner mi plan en aplicación: cortar con paciencia el fondo de madera del
vagón... la madera del centro, para que no cayera sobre las ruedas. Después de
un tiempo, que me parecieron varias horas corte suficiente madera para dejar un
espacio y meter la mano, sacar una madera para doblarla y romperla. Pero no
pude solo. La madera era muy fuerte y estaba pegada con gruesos tornillos al
chasis del vagón.
“¿Nadie me va ayudar? Si no
quieren fugarse, esta bien. Pero ¿me
pueden ayudar?”. Solomon, un gigante de pelo rojo de Bacau y Leibu, un
carpintero de Adjud y portero del equipo de fútbol,
junto con Aria, el farmaceuta, me ayudaron. Después de varios intentos sacamos
la madera, que se corto con un golpe seco.
Varios segundos no hicimos nada, como inmovilizados por el ruido y
esperando alguna reacción de los guardias que estaban en los techos. Pero el ruido del tren y posiblemente la
hora de comida de los alemanes (en él ultimo vagón) hizo que el tren, ya en
camino hacia el Norte, no fuera custodiado con atención. Ahora las otras
maderas se podían romper más fácilmente, dejando un espacio suficiente para
poder entrar y salir por el fondo del vagón. Empece a trabajar más fébril. Con
los compañeros, sentados alrededor y en turnos seguimos cortando la madera. No
podían creer que estaba tan cerca de la salida. Se veían las piedras y las
maderas entre los rieles y algo de luz. Era el reflejo de las explosiones que
oíamos desde la salida de Bacau. Debíamos sacar otra madera. Así tendríamos
suficiente espacio para salir.
El tren
salió de la Estación Bacau, en dirección Norte, hacia Buhusi, Roman, Tirgu
Neamt, Suceava, Radauti. El punto de
salida del territorio rumano era Siret. La siguiente estación, ya en territorio
ruso, era Chernovtsy. El único eje ferroviario, todavía seguro para los
alemanes, para salir de Rumania - Moldavia. Después de Chernovtsy, la siguiente
gran estación era Lvov. En este punto, el tren debía empezar a girar hacia el Oeste, entrando en Polonia. Estaba andando casi paralelo a la línea del frente
Este. A no más de 20 o 30 kilómetros de la línea caliente del campo de batalla,
donde los dos más grandes ejércitos de la historia, estaba en guerra a muerte. Millones de soldados alemanes y rusos.
Pasando la ciudad de Roman, a unos 60 kilómetros norte de Bacau, la locomotora empieza a frenar y a moverse más lento, debido a los bombardeos de artillería y katiusha rusos que se oyen en el fondo de la noche... en cuestión de horas, la Moldavia rumana estaba invadida por los soldados rusos. En Suceava, el tren se paró. En la estación paramos de trabajar y pusimos devuelta la madera rota. Nos sentamos encima, para disimular todo, en caso de que los alemanes hicieran un chequeo Según los golpes que sentimos, les pusieron otros vagones adelante. Por la ventanilla vimos soldados alemanes corriendo, y disparando. Quizás fueron atacados desde afuera de la estación. Fuego de ametralladora. Soldados y oficiales corriendo al lado del tren. Unos grupos se fueron hacia el frente y otros hacia atrás. Una ráfaga de arma automática fue disparada paralelo con el tren. Varias balas se pararon en la madera de la puerta. Los que estaban en la ventana, dejaron de mirar, para buscar refugio en el fondo del vagón. Unas balas penetraron el techo. Detrás de ellos, minúsculos rayos de luz entraron en el vagón.
¡El colmo era morirse con las balas de los insurgentes rumanos! ¡Qué ironía! Estábamos siendo defendidos por los alemanes, en contra de los rumanos que deseaban capturar la estación. Eramos una muy preciosa carga.
Después de media hora o algo parecido, empezamos a movernos de nuevo hacia el Norte. Seguimos con el trabajo. Cuando abrí suficiente espacio en el fondo, intentando de nuevo convencer a mis amigos de seguirme, estaban inmovilizados por el miedo. Era un miedo mental, orgánico, que paralizaba el cuerpo y el alma. ¡El miedo a la muerte! Pensaban que el viaje se terminaría en otra obra de construcción y que al final serían liberados. Yo estaba listo para tomar la oportunidad de mi vida. Miré al mi alrededor, y en la oscuridad vi por última vez las caras de mis compañeros. La baja luz jugaba y reflejaba sus caras. Metí las piernas en la apertura y me sentí sobre las maderas, listo para lanzarme. La corriente de aire estaba fuerte.
¡Yo me voy! ¿Nadie quiere venir conmigo? Pregunté a mis compañeros de años. Si debemos morir, pues que sea en el escape”. Me miré en sus cansadas caras, y cada uno me hizo la señal que no. Tenían miedo de los alemanes y del tren en movimiento.
Mi momento había llegado. El tren se movía muy lento,
por la vía que estaba más empinada. Me armé de coraje y me lancé por el hueco
del fondo del vagón. Caí sobre las piedras que estaban entre los rieles. El
cambio de la oscuridad total del vagón y la noche llena de explosiones, me hizo
cerrar los ojos por varios segundos. No sabia donde estaba, y el espacio era
demarcado por la pasada de las ruedas metálicas de los siguientes vagones.
Cuando nos embarcaron, vi que nuestro vagón estaba al principio. Esto me dio
varios preciosos segundos para recuperar mis fuerzas. Esperé, contando la
cadencia de las ruedas... con un supremo esfuerzo, con las manos pegadas al
cuerpo y las piernas tensas y juntas, me volteé hacia fuera, por mi lado derecho, saliendo del espacio de los
rieles, entre las dos ruedas metálicas de los vagones. Debía hacer esto, debido
que los centinelas alemanes estaban montados en el techo del ultimo vagón... no
podía quedarme entre los rieles, con el peligro de ser visto y, de que los soldados
me disparasen. Me giré con fuerza a la derecha, pasando por entre los dos ejes
de los últimos vagones. Los rieles estaban más altos que el relieve del
alrededor. Volteándome y saliendo, caí con velocidad desde la pendiente de la
vía férrea.
Las piedras me lastiman. Pero no tengo tiempo de
pensar en el dolor. Había vegetación que de inmediato amortiguó el ruido del
cuerpo y de las piedras... caigo en un pozo lleno de agua sucia, hecho seguro
por la explosión de algún obús de artillería... el centinela se percata del movimiento, a pesar del monótono ruido del tren y del fuerte fondo acústico
que representaba el intercambio de las artillerías rusas y alemanas. Dirigió su
fusil hacia el lugar donde pensaba que algo se movía y disparo tres ráfagas
hacia los matorrales... le vi la cara... sólo disparó, también por algo de
miedo... de otro lado contento por salir de Rumania con vida. Pensaba en
partizanos que podían asaltar al tren. Más nada podía hacer... los guardias estaban contentos por estar en este tren,
y salir los más rápido posible de esta zona luego llegar a las líneas alemanas.
En otras circunstancia, podrían parar el tren y junto a los otros soldados,
buscar en los alrededores... pero no ahora, frente al avance ruso y en un
territorio hostil y lleno de partizanos y saboteadores*.
En
la Libertad
Me
quedé en el fondo del cráter, sumergido en agua hasta el cuello. Esperé varios minutos después de que el tren
desapareció en la noche, iluminada sólo por las explosiones distantes de
artillería. Salí del cráter, escalando sus paredes. Estaba sangrando, mi sangre
mezclada con el agua, cansado y todavía con el miedo de ser cazado y fusilado.
No sabía donde estaba. Puse la oreja
sobre los rieles. Sentí sólo la vibración del tren que acababa de pasar. No
sentí más nada, me quedé viendo en la misma dirección. Según mis cálculos y la
velocidad del tren, debía ser norte de Moldavia o Bucovina.
*Años más tarde vi una película de los setenta con el actor americano Steve McQueen en donde salió de un vagón en lento movimiento de la misma manera. Pero esa escena la hicieron unos actores entrenados y sin miedo que los soldados alemanes podían fusilarte”.
Empecé
a caminar de vuelta, cerca de los rieles, pero al lado de la vegetación, para
no ser observado. Al principio lento, adolorado por la caída, pero cada momento
más consciente de mi libertad. El dolor pasa al segundo plano y siento una
energía interna y una fuerte emoción. Sin darme cuenta aceleré al paso y cuando
me desperté de esta fase estaba corriendo. Me paré y senté al lado de los
rieles, recuperé mi aliento y seguí caminando. ¡Estaba libre de nuevo!
En el día me escondía. Desde la vegetación vi varios trenes cargados de soldados, artillería y tanques dañados. Eran parte de las fuerzas alemanas del frente, que se retiraba. La aviación rusa estaba detrás de ellos. Cuando los aviones pasaban, disparaban con los fusiles. Un duelo de ametralladoras. Infernal. Tenía miedo de ser alcanzado por alguna ráfaga de los aviones o de la artillería, que tenía como objetivo cortar la línea férrea. Cuando pude, avancé hacia los cultivos de maíz. Tenía hambre. Empecé a buscar maíz fresco, pero en agosto no está tan blando. Estaba fuerte. Entre varios intentos, encontré unos más suaves. Maíz de leche, como lo llamamos en rumano. Sin otra alternativa, debía vivir con el maíz hasta encontrar algo mejor. Cuando terminé de comer, me senté de un lado, cubierto de varios troncos de maíz y me dormí. Hasta la noche. De nuevo empece a caminar de regreso, siempre tomando como referencia la línea férrea. De noche pasaron otros trenes, sentía en elaire y en la tierra las vibraciones de las locomotoras. No sabía con qué estaban cargados, debía estaba lejos de la línea de vista. Llegue a un pequeño río, bebí agua y me lave. Por primera vez en días pude lavarme. Me senté al lado y me dormí de nuevo. De cansancio. En la mañana llegue a un cruce de carreteras. Tenía miedo en salir. No había actividad. Impresionante, después de todo el tráfico de la noche. Hice bien de no salir. De repente, unos camiones alemanes aparecieron y atravesando el cruce, siguieron hacia el oeste. Adelante tenían unos command-cars descapotables. Detrás camiones llenos con soldados y heridos. En varios camiones los soldados pintaron unas cruces rojas. Al final del convoy había dos motocicletas con ametralladoras. Dejaron un polvo que por minutos permaneció en el aire. Decidí quedarme hasta la noche. Regresé al río, bebí de nuevo y comí más maíz. De un lado había unos árboles fruteros con manzanas. Dulces como la miel. Me llené los bolsillos con manzanas, por si acaso no encontraba más nada que comer en la mañana. En el alto del maíz, entre la vía férrea y la carretera, pasé la noche. Mi plan era salir en la mañana y averiguar dónde estaba. Desorientado, pero feliz de estar libre.
La mañana del 25 de agosto llegó. Me levanté debido al ruido y a las vibraciones de la tierra. No eran las locomotoras. Era un ruido de metal sobre metal. Inconfundible. Tanques. De donde estaba escondido vi, por primera vez los famosos T34 rusos. Encima había docenas de soldados, armados con carabinas automáticas de tambor redondo, tan características en las tropas soviéticas. No sabia qué hacer: salir del escondite y saludarlos ¿qué pensaran ellos, quién soy y qué hago allá? A lo mejor me matan. Mejor quedarme escondido de nuevo. Todo el día comí las manzanas que tenía. En la tarde salí, por fin. Empecé a caminar en la dirección de donde venían las tropas rusas. Ahora venían en camiones y al pie. También vi otros civiles al lado del camino, y esto me dio más coraje. Llegué a la carretera.
-¿Dónde estamos? - Pregunté
a un viejito. Se volteó hacia mí, vio mi cara y después la estrella amarilla,
del tamaño de una palma de mano, con la palabra Jude en el centro.
- ¿Esti evreu? - y sin esperar la pregunta, yo también soy judío.
Hablaba rumano, pero con acento ruso.
- Estamos a unos kilómetros
norte de Chernovsti. Yo voy en la misma dirección. En la ciudad. Parece que ya
fue liberada por los rusos. Pero debes estar alerto. Cualquier cosa puede
pasar.
Saber donde estaba me dio nuevas esperanzas. Ahora era más fácil
orientarme.
El viejito, junto con otros, eran parte de un grupo de judíos, custodiados de alemanes, que andaban a pie en la dirección de las líneas nazis. Pero el avance de los rusos fue más rápido que su marcha: el comandante de la escolta, decidió que la vida de sus soldados era más importante que llegar al destino y junto con los prisioneros. En la noche los dejó dormidos y los abandono. Unos camiones alemanes, desde los últimos que pasaron, se pararon y él cargó su destacamento. Los prisioneros judíos, en la mañana, viéndose sin guardia y sin saber qué hacer, esperaron. Después, como empujado por un resorte, hicieron una vuelta de 180 y empezaron a regresar en la dirección del avance ruso. Esperaron que van a encontrar las primeras tropas rusas.
Como es la vida y que
vuelta puede dar. El distintivo que los alemanes nos forzaron a portar por más
de cuatro años, la estrella amarilla de David con seis esquinas y palabra Jude,
era ahora el mejor pasaporte ante los rusos. Cuando llegamos a una cocina de
campaña, los soldados nos dieron algo de comida: sopa, caraotas, jamón de
cochino, salchicha y pan. Un verdadero banquete.
Había como una red judía de ayuda y una incipiente organización de la Comunidad. En la ciudad, dormí en la vieja Gran Sinagoga, en parte quemada por los alemanes. Por un día ande en la ciudad. Comí con los soldados rusos. Me lave la ropa y arreglé los zapatos, casi rotos. Me hice una pequeña bolsa, con pan, mermelada, salchichas secas y frutas. Me procure de nuevo una navaja, de una bayoneta perdida. De un lado le puse un mango de madera, fijado con alambre. Podía ser útil en alguna situación extrema. Había muchas armas abandonadas, pero era peligroso tener una. La situación era tan ambigua y sin control, que no sabia que más hacer.
Dos días más tarde, me fui a la estación de trenes. Allá se estaban formando convoy que iba a al sur. Estaban llenos de refugiados judíos y algo de población rusa y rumana. Un caos total. Pero todos tenían ya la cara cambiada y una luz de esperanza en los ojos. Era el renacimiento de los muertos. Los rusos intentaban de poner algo de orden, pero era en vano. Todo era gratuito, como un servicio publico de los vencedores. Me subí en un tren que se dirigía al sur, hacia Suceava. Nadie sabia adonde, así que le pregunte al mecánico de la locomotora. Me dijo que se iba hacia Moldavia. El mismo no-tenia un orden explícito de transporte hacia donde debía ir. Mas bien hacia donde necesitaban los refugiados. Él ultimo vagón estaba lleno con soldados rusos. Así me sentí mas seguro. Hablando con los otros pasajeros me enteré de las noticias de la Insurrección de Bucarest y que ahora los rumanos estaban luchando del lado de los soviéticos.
De este lado del frente, bajo el paraguas del Ejército Rojo y rumano, ya estábamos a salvo.
En esos días no había control de pasaportes. Libre movimiento de personas. Por varias semanas más, la confusión reinaba de todos los lados. De Suceava, ya en territorio rumano, esperé por un transporte hacia Bacau. Debía saber como estaba la familia. Debía reunirme con ellos y poner en orden mi vida. Debía recuperarme. Estaba todavía bajo choque. Tenía sueños para una nueva vida. Quería rehacer mi horizonte y olvidar la guerra. Quería sacarla de mi vida. ¿Pero podía ella salir de mi vida?